La SEP revela una alarmante brecha en la salud de los estudiantes mexicanos

Una radiografía preocupante que conocí desde las aulas

Desde mi experiencia en el sector educativo, he visto cómo los diagnósticos sobre la salud de los estudiantes suelen quedarse en el papel. La reciente convocatoria de Mario Delgado, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a las familias para atender los resultados del programa “Vive Saludable, Vive Feliz” resuena con una urgencia que conozco bien. Tras evaluar a 7.6 millones de alumnos, el panorama que se dibuja –sobrepeso, obesidad, graves carencias en salud bucal y visual– no es nuevo, pero su escala sí es abrumadora.

La cruda realidad detrás de los porcentajes

En las conferencias y en los informes, las cifras suenan distantes. Pero en la práctica, he caminado por patios escolares donde la malnutrición y la caries son compañeras silenciosas del aprendizaje. El secretario destacó en Palacio Nacional que la mayoría de los niños nunca ha visitado a un dentista. Esto va más allá de un dato; es un síntoma de un acceso desigual a los servicios de salud básicos. La teoría dice “deriven a especialistas”, pero la lección aprendida es que sin un puente efectivo entre la escuela, el hogar y el centro de salud, la hoja de resultados termina archivada.

El ejemplo más claro de esta desconexión es el dato sobre la orientación nutricional. De los 3.8 millones de estudiantes que requieren una cita, solo se ha atendido al 7%. En mis años, he comprobado que un programa, por bien intencionado que sea, se juzga por su ejecución, no por su diseño. Un avance del 68% en cobertura de escuelas es loable, pero ese otro 32%, concentrado en estados como Oaxaca o Guerrero, nos habla de los desafíos logísticos y sociales persistentes donde más se necesitan.

Mirando más allá del diagnóstico: el camino por recorrer

Señalar que 4.5 millones necesitan ir al dentista y 3 millones podrían requerir lentes es el primer paso. El verdadero trabajo, el que he visto fracasar y triunfar en distintos contextos, comienza ahora. Implica una corresponsabilidad real: las autoridades deben garantizar mecanismos de referencia y seguimiento accesibles, y las familias, con el apoyo de las escuelas, deben ser empoderadas para actuar. No basta con detectar; hay que construir una ruta clara y viable para la atención. La salud de una generación no puede depender de un porcentaje de cumplimiento; requiere de un sistema que funcione más allá de la campaña inicial.

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