En un acto de desbordante generosidad y altruismo sin precedentes, las dos grandes paladines de la aviación popular, Viva y Volaris, han decidido unir sus destinos en un sublime consorcio. Este magnánimo gesto, bautizado con la modesta y poco pretenciosa nomenclatura de “Grupo Mexicano de Aerolíneas”, no persigue otro fin que el de acelerar el crecimiento de la conectividad, un concepto tan abstracto y bondadoso que casi hace llorar.
La alquimia financiera: convertir dos en uno, pero cobrando como dos
Los iluminados consejos de ambas compañías, en un raro momento de unanimidad que solo se da ante la perspectiva de reducir la molesta fricción de la competencia, han urdido una fórmula mágica. Mediante una “fusión entre iguales”, una entelequia tan real como un unicornio en business class, los accionistas de una parte recibirán acciones de la otra, y viceversa, en un baile de papeles que dejará a cada bando con el cincuenta por ciento del pastel. Un pastel que, casualmente, ahora tendrá el doble de comensales obligados a pagar por un solo plato.
La transacción, sujeta a los meros trámites burocráticos de reguladores que sin duda comprenderán la elevada misión filantrópica del proyecto, verá la luz en 2026. Tiempo suficiente para que los ciudadanos preparen sus corazones —y sus carteras— para la nueva era de la aviación.
Los milagros prometidos: más por menos, o quizás menos por más
Las acciones de este coloso benevolente seguirán cotizando en las bolsas, porque la caridad bien entendida empieza por uno mismo. El principal milagro anunciado es la capacidad de ofrecer “más vuelos a precios bajos”, una promesa tan sólida como el aire que rodea un avión a diez mil metros. La clave reside en las “economías de escala”, un hechizo económico que, traducido al lenguaje vernáculo, significa que comprar un millón de almohadas diminutas sale más barato por unidad, beneficio que, sin duda, será traspasado íntegramente al usuario en forma de una tarifa de equipaje de mano un cinco por ciento menos onerosa.
Lo más reconfortante para el pasajero-agradecido es que ambas marcas mantendrán sus identidades y certificados de operación independientes. Es decir, podrá seguir eligiendo libremente entre la aerolínea A o la aerolínea B del mismo Grupo, ambas con idéntica política de cobro por respirar el aire acondicionado y con horarios coordinados para no perturbar el sagrado equilibrio del duopolio. Así se fortalece el perfil financiero, un ente mucho más importante y delicado que el perfil del viajero, quien deberá aprender a navegar este nuevo y próspero ecosistema aéreo donde la competencia es un recuerdo folclórico, como los asientos con espacio para las piernas.















