La Tormenta Melissa y el Arte Burocrático de No Mojarse
En un acto de insubordinación climática que ha desafiado todos los protocolos de decoro atmosférico, la tormenta tropical Melissa ha irrumpido en el Caribe con la impertinencia de un ciudadano que exige servicios públicos. Las aguas, tradicionalmente dóciles a los designios humanos, han engendrado este fenómeno meteorológico que avanza hacia el oeste-noroeste a la vertiginosa velocidad de 4 km/h – una clara provocación para una civilización que mide el éxito en megabytes por segundo.
La Comisión Nacional del Agua, custodio supremo de la hidrología nacional, ha emitido un comunicado a través de la red social X (antes conocida como Twitter, en un acto de rebranding que supera en complejidad a la propia tormenta). El parte oficial señala que Melissa se encuentra a una distancia de mil 600 kilómetros de las costas de Quintana Roo, medida calculada con la misma precisión con que se miden los presupuestos para infraestructura hidráulica.
El Periplo Metereológico de una Indeseable
El recorrido de esta perturbación atmosférica parece diseñado por un comité de relaciones internacionales: Haití, República Dominicana y Jamaica figuran en su itinerario como destinos turísticos obligados para cualquier ciclón con aspiraciones. Mientras se emiten alertas de huracán con la solemnidad de un decreto presidencial, los meteorólogos observan cómo Melissa desarrolla vientos máximos sostenidos de 85 km/h – suficiente velocidad para volar un techo de lámina, pero insuficiente para mover un expediente gubernamental.
El Gran Misterio: ¿Mojará Melissa al Imperio Mexicano?
Ante la angustia existencial de miles de ciudadanos que ven en cada nube una potencial catástrofe, la sabiduría institucional ha hablado: “no representa peligro para territorio mexicano”. Esta declaración, emitida con la contundencia de quien ha domesticado los elementos, llega envuelta en la retórica impecable de la tecnocracia. La tormenta, en un acto de sumisión admirable, parece haber entendido que cruzar las fronteras nacionales sin los debidos permisos constituiría una falta administrativa grave.
Mientras Melissa descarga su furia acuática sobre naciones menos ilustradas en el arte de la gestión climática, México se mantiene seco – no por obra de la geografía, sino por virtud de los comunicados oficiales. El ciudadano común puede dormir tranquilo: las lluvias fuertes pueden caer sobre Aruba o Puerto Rico, pero jamás traspasarán el muro burocrático que protege nuestras costas.