La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) emitió un contundente pronunciamiento para repudiar los actos de sabotaje perpetrados en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Estos hechos, ocurridos en el contexto de la conmemoración del 2 de octubre, incluyeron pintas en columnas y el muro frontal, así como destrozos en vehículos estacionados en los exteriores del recinto. La institución enfatizó que, afortunadamente, no se reportaron lesiones personales.

Los individuos, que actuaron con el rostro cubierto, también quebraron los cristales de la entrada principal y causaron daños en la planta baja, donde lanzaron artefactos explosivos caseros que provocaron afectaciones de consideración menor.

En su comunicado, la UNAM expresó con profunda amargura una verdad que quienes hemos trabajado en la preservación de la memoria entendemos bien: Atacar un centro cultural que nació como un Memorial del 68 es una afrenta a quienes lucharon en paz por una sociedad más justa, tolerante y democrática. A lo largo de los años, he visto cómo los espacios de memoria son faros de reflexión; convertirlos en blanco de la ira es, en mi experiencia, un craso error que desvirtúa cualquier causa.

La Universidad fue clara al señalar que la violencia, especialmente la que se ejerce desde el anonimato, erosiona cualquier posibilidad de diálogo y construcción colectiva. Este suceso no es un simple daño material; es un golpe directo a la identidad cultural y a la memoria histórica de la nación.

La institución informó que se encuentra realizando una evaluación exhaustiva de los perjuicios y que interpondrá las denuncias penales pertinentes ante las autoridades competentes, con el objetivo de que se investigue y se impongan sanciones a todos los responsables.

Para finalizar, el CCUT reafirmó su esencia como un santuario para la reflexión sobre los derechos humanos, las identidades y la resistencia pacífica. Con una firmeza que recuerda sus principios fundacionales, declaró: nunca compartirá la violencia, la agresión y la intolerancia como vías de expresión. Un recordatorio poderoso, en tiempos complejos, de que los fines no justifican cualquier medio.