La velocidad que incendió la ciudad y la justicia que arde en papel

El Progreso sobre Ruedas, o Cómo un Exceso de Celero Termina en una Pira Moderna

En un despliegue de eficiencia y celo laboral digno de los anales del capitalismo más ferviente, un valiente conductor de pipa demostró esta semana que el tiempo es oro, literalmente, al convertir su carga de 49,000 litros de gas licuado en una espectacular ofrenda pirotécnica para los atascados habitantes del oriente de la Ciudad de México. El mérito, según las primeras y muy lúcidas investigaciones de nuestras sagaces autoridades, recae en un loable exceso de velocidad, virtud tan premiada en la filosofía del “llega primero, aunque no llegues”.

La fiscalía, en un alarde de diligencia sin precedentes, ha abierto la línea investigativa del “ya se sabía” mientras mantiene otras opciones sobre la mesa, como la posibilidad de que un meteorito impactara el vehículo o que el gas, hastiado de su encierro, decidiera emanciparse de forma explosiva. El conductor, héroe anónimo de esta epopeya de la logística, se encuentra en estado crítico pero convenientemente custodiado, no vaya a ser que la justicia populista intente privarnos del testimonio clave de este pionero de la distribución express.

La Jefa de Gobierno, con esa elocuencia que caracteriza a nuestra clase política ante la tragedia, ha prometido “deslindar responsabilidades y asegurar que no haya impunidad”, frase que, traducida del burocrático al castellano, significa que se formará una comisión para elaborar un informe que recomendará la creación de una subcomisión para evaluar la posibilidad de revisar los protocolos existentes. Todos queremos justicia, claro, especialmente la de esos ocho ciudadanos que, en un acto de solidaridad extrema, se ofrecieron como combustible para el espectáculo.

El jefe de bomberos, no queriendo ser menos, calificó el evento como el peor desde 2015, estableciendo así una sana competencia entre tragedias en la que cada administración se esfuerza por superar los récords de la anterior. Es el eterno ciclo del progreso: más gas, más velocidad, más llamas. Mientras, la familia del chófer reclama hospitales mejor preparados, una idea sin duda revolucionaria que seguramente será estudiada con el rigor que merece, justo después de que se determine “cuándo y si se va a judicializar” este pequeño incidente vial.

Así, entre ráfagas de fuego de 30 metros y vehículos calcinados, México demuestra una vez más su inquebrantable fe en aquel viejo principio: la rueda de la fortuna gira, pero la de la justicia permanece estacionada, esperando que alguien pague el parquímetro de la impunidad.

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