La violencia paraliza la vida educativa en Chilpancingo

La Cruda Realidad de una Ciudad Bajo Presión

He sido testigo de cómo la violencia puede paralizar una comunidad en cuestión de horas. Esta mañana en Chilpancingo me transportó mentalmente a aquellos días difíciles de 2011, cuando la inseguridad comenzaba a marcar nuestro ritmo de vida. La escena es desoladora: calles que deberían estar llenas de estudiantes y trabajadores, hoy lucen como un domingo por la madrugada, pero sin la tranquilidad que caracteriza ese día.

El sistema de transporte colapsado y la interrupción de actividades académicas en todos los niveles educativos no son meros datos informativos. Representan el rostro humano de una crisis que afecta desde los más pequeños en preescolar hasta los universitarios que ven truncado su derecho a la educación. La Universidad Autónoma de Guerrero, alma máter de tantas generaciones, también ha tenido que cerrar sus puertas.

En mi experiencia, cuando las autoridades como el titular de la Secretaría de Educación Guerrero, Ricardo Castillo Peña, mencionan que el cierre de instituciones educativas “no es oficial”, generalmente significa que la situación ha superado los protocolos establecidos. La realidad en el terreno se impone a los documentos y disposiciones formales.

Lecciones Aprendidas en Tiempos de Crisis

He aprendido que en estas circunstancias, la comunidad desarrolla sus propios mecanismos de supervivencia. Los padres de familia y directivos escolares, utilizando las redes sociales como herramienta de coordinación, tomaron la determinación de suspender clases ante la ausencia casi total del servicio de transporte urbano. Esta respuesta orgánica demuestra cómo la ciudadanía ha desarrollado resiliencia frente a la adversidad.

Al recorrer las arterias viales de Chilpancingo, la escasez de unidades de transporte público confirma lo que ya sospechábamos: cuando los transportistas temen por su seguridad, toda la movilidad urbana se colapsa. Este es un patrón que he observado repetidamente en diferentes contextos de inseguridad.

La Respuesta Institucional y Sus Limitaciones

La presencia de patrullas de la Policía Estatal, elementos de la Guardia Nacional y efectivos del Ejército Mexicano en las calles genera una sensación ambivalente. Por un lado, proporciona cierta tranquilidad; por otro, confirma la gravedad de la situación. A lo largo de los años, he comprendido que el despliegue de fuerzas federales rara vez es una medida preventiva, sino más bien reactiva.

La instalación de una base de operaciones en el Bulevar Vicente Guerrero, específicamente en el punto conocido como El Puente, me recuerda soluciones temporales que terminan volviéndose permanentes. Este sitio, que sirve como punto de embarque y desembarque para pasajeros de comunidades de Mochitlán, Quechultenango y Juan R. Escudero, representa un intento por normalizar lo anormal.

La verdadera lección que he extraído de vivir estas situaciones repetidamente es que la normalidad aparente suele ser frágil. La paralización educativa de hoy en Chilpancingo no es un incidente aislado, sino el síntoma de desafíos estructurales que requieren soluciones integrales, no solo medidas de contención.

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