La violencia política en Oaxaca cobra otra víctima con el asesinato de una alcaldesa

CIUDAD DE MÉXICO.- En un acto que desafía la seguridad institucional, Lilia Gema García Soto, alcaldesa de San Mateo Piñas y militante de Morena, fue ejecutada a tiros dentro de su propio despacho por un comando armado en plena jornada diurna. La región Costa de Oaxaca vuelve a ser escenario de una violencia que parece reescribir las reglas del poder local.

Cuatro agresores, posiblemente disfrazados como agentes policiales, burlaron los protocolos de seguridad, neutralizaron a los custodios y escaparon en motocicletas tras dejar también sin vida a Gregorio García Ruiz, líder comunitario. ¿Hasta dónde llega la infiltración del crimen en las estructuras gubernamentales?

El gobernador Salomón Jara prometió colaboración con la Fiscalía, pero las palabras chocan contra una realidad cruda: este es el segundo magnicidio municipal en menos de un mes, tras el asesinato de Mario Hernández García en Santiago Amoltepec. ¿Estamos ante una nueva estrategia del crimen organizado para controlar territorios?

San Mateo Piñas, un municipio de apenas 2,000 habitantes, pierde a su mandataria en circunstancias que revelan contradicciones profundas: García Soto había iniciado investigaciones por el desvío de 25 millones de pesos destinados a reconstrucción post-huracán Agatha, fondos manejados por la administración anterior. ¿Coincidencia o mensaje?

Este crimen no es un hecho aislado, sino el síntoma de un sistema donde la impunidad y la violencia se entrelazan con la política local. Mientras las balas sustituyen a los votos en algunos rincones de México, urge replantear: ¿es posible gobernar cuando la sombra del crimen se proyecta sobre las instituciones?