Lady Pacquiao declara guerra al Oxxo en nombre del mal servicio

En un acto heroico que redefinió el concepto de “servicio al cliente”, una ciudadana anónima se autoproclamó fiscal, jurado y verdugo de una sucursal Oxxo. Armada con un celular y moral inquebrantable, libró una batalla campal contra los “opresores del sistema” (léase: dos cajeros con sueldo mínimo).

El video, digno de un documental sobre la decadencia humana, muestra cómo la “justiciera del Slurpee” descargó su ira contra terminales de pago, bolsas de Sabritas y la dignidad laboral. “¡Conecten su maldita máquina!”, rugió mientras convertía el mostrador en escombros, demostrando que el verdadero crimen no fue la agresión, sino cobrar $15 por un agua embotellada.

Los espectadores, condenando el acto pero grabando en vertical, bautizaron el episodio como “La venganza de los clientes VIP”. Entre comentarios que oscilaban entre el escándalo y la admiración por su técnica de boxeo callejero, surgieron perlas como “¿Y si el mal servicio era ella?” o “Oxxo debería vender palomitas para estos espectáculos”.

Mientras las redes debatían si merecía arresto o un contrato con la UFC, los verdaderos héroes (los empleados) aplicaron el protocolo corporativo: ofrecer otra sucursal. A lo que nuestra protagonista replicó con un “Aquí me planto” que hubiera enorgullecido a los generales de la Revolución. Eso sí, con menos ideología y más golpes bajos.

El epílogo, como en toda tragedia griega, dejó una lección: en la guerra entre el cliente “siempre-tiene-la-razón” y el empleado “solo-quiere-terminar-su-turno”, el único perdedor es el sentido común. Y las papas que volaron como proyectiles.