Desde mi experiencia en seguridad pública, los operativos en transporte masivo no son solo sobre números; son una radiografía de los desafíos urbanos que vivimos día a día. Las 180 detenciones realizadas por Fuerza Civil en poco más de dos meses confirman una triste realidad que he visto repetirse: el transporte público se convierte, en ocasiones, en un escenario de vulnerabilidad para el ciudadano.
El informe presentado, que detalla el estado inconveniente de algunos pasajeros, el acoso y el robo como las principales causas, no me sorprende. He aprendido que la mera presencia uniformada es disuasoria, pero la estrategia efectiva va más allá. Requiere inteligencia policial, un trabajo cercano con los operadores de las rutas y, sobre todo, la confianza de la comunidad para reportar incidentes. No se trata solo de arrestar, sino de prevenir y crear una sensación de seguridad palpable.
La asignación de camiones nuevos a la Ruta 99 durante el evento con el Gobernador Samuel García es un componente crucial. Una lección que me ha dejado los años es que la modernización de la flota y la mejora de la infraestructura son vitales. Un vehículo bien iluminado, con espacio y en buen estado, es inherentemente más seguro y menos propicio para actividades ilícitas.
La declaración del Mandatario sobre incrementar la presencia de policías de noche apunta en la dirección correcta. La teoría siempre dice “refuerce los patrullajes”, pero en la práctica, el turno nocturno presenta dinámicas únicas y riesgos específicos que demandan protocolos especializados y agentes con un entrenamiento particular. Su decisión de trasladarse en una de las unidades, más que un gesto simbólico, es una valiosa inmersión en la realidad que enfrentan miles de usuarios cada día. Son esas vivencias las que, al final, informan las políticas más acertadas.