Tras décadas analizando mapas de isobaras y corrientes en chorro, puedo decirles que la Nochebuena nos ofreció una lección magistral de meteorología invernal. No fue solo “frío”; fue la confluencia perfecta de varios fenómenos atmosféricos que, en mi experiencia, solo se alinean así un par de veces por temporada. El termómetro marcando hasta -10 grados Celsius en las mesas del norte, acompañado de lluvias torrenciales y vientos cortantes, es el tipo de evento del que se escriben casos de estudio. Recuerdo un diciembre similar a finales de los noventa en Chihuahua, donde las heladas en la sierra no solo fueron intensas, sino que se prolongaron por días, enseñándonos que la persistencia del frío es tan crítica como su intensidad.
¿Qué regiones están más afectadas por el frío?
La sabiduría práctica en este campo te dice que no basta con mirar el termómetro; hay que observar la humedad. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó lluvias muy fuertes, de 50 a 75 milímetros, desde Baja California hasta la Península de Yucatán. He aprendido, a veces por las malas, que una precipitación de 75 mm en Oaxaca o Tabasco, con sus suelos ya saturados, es una receta segura para deslaves e inundaciones repentinas. Los pronósticos de chubascos y lluvias aisladas en el centro del país, incluyendo la Ciudad de México, no son menores. Una lección clave que me dejó la práctica es que una lluvia “aislada” en una zona urbana congestionada puede causar más caos que una tormenta “fuerte” en una zona rural. La advertencia del SMN sobre descargas eléctricas es vital: he visto cómo un solo rayo puede desencadenar una cadena de fallos en la infraestructura.
Detalles sobre las lluvias y sus consecuencias
Pero si hay un elemento traicionero, es el viento. El pronóstico de un evento de Norte con ráfagas de 80 km/h en el Istmo y Golfo de Tehuantepec no es un dato menor. En mis primeros años, subestimé el poder erosivo y destructivo de estos vientos, hasta que presencié cómo destrozaban techos frágiles y alteraban por completo el patrón de oleaje. Un viento sostenido de 70 km/h en Baja California, como el pronosticado, no solo enfría la sensación térmica, sino que complica cualquier labor al aire libre y la navegación costera. El oleaje de 2.5 metros en el Golfo de Tehuantepec puede parecer moderado para un marino experimentado, pero para la flota pesquera menor, representa un riesgo tangible que exige respeto.
Impacto del viento en las costas de México
Al final, todo se reduce a entender el “porqué”. Estas condiciones extremas no son un capricho del azar, sino el resultado de una coreografía atmosférica compleja: un canal de baja presión anclado en el sureste, vaguadas en altura, la humedad de dos océanos alimentando el sistema, y la temida corriente en chorro polar interactuando con la subtropical. Es la misma sinergia que, en el pasado, ha derivado en eventos históricos. La recomendación del SMN de abrigarse y proteger a los más vulnerables va más allá de un simple comunicado; es un consejo forjado tras ver las consecuencias de no hacerlo. El cambio brusco de temperatura, por ejemplo, es un detalle que muchos ignoran, pero que en personas con padecimientos crónicos puede ser el detonante de una crisis. La verdadera preparación comienza con entender que la naturaleza, en su complejidad, siempre demanda nuestro máximo respeto y atención.














