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Lluvias exponen vulnerabilidad de la Ciudad de México ante el cambio climático

La furia del agua paralizó el sur de la CDMX, revelando grietas en la infraestructura urbana.

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¿Y si las inundaciones no fueran un desastre, sino una llamada de atención para reinventar nuestras ciudades? En menos de 60 minutos, un diluvio acompañado de granizo transformó avenidas en ríos improvisados en Coyoacán y Tlalpan, dejando al descubierto la fragilidad de un sistema diseñado para el clima del siglo pasado.

Mientras el granizo pintaba de blanco calles como la avenida Aztecas —ahora una laguna urbana—, surge una pregunta incómoda: ¿por qué seguimos construyendo ciudades que luchan contra el agua en lugar de colaborar con ella? Los Países Bajos demostraron que es posible convertir el riesgo hídrico en parques de retención y plazas anfibias. ¿Cuándo aprenderá la CDMX?

El caos en Insurgentes Sur y Periférico no es casualidad: es el resultado de décadas de asfalto sobre cauces naturales. El “espejo de agua” de 60 metros en Ajusco no es una anomalía, sino un recordatorio de que el drenaje actual es un parche obsoleto ante la nueva normalidad climática.

El Operativo Tlaloque, aunque necesario, representa el paradigma reactivo que debemos superar. Ciudades como Copenhague están construyendo “calles esponja” que absorben 7,000 m³ de agua. Imagina si cada encharcamiento en la CDMX fuera una oportunidad para implementar infraestructura verde en lugar de solo bombear el problema a otra parte.

Esta tormenta no es el problema final, sino el primer capítulo de una realidad que exige soluciones radicales: techos verdes que retengan el 80% del agua pluvial, pavimentos permeables como los de Singapur, o sistemas de alerta predictiva con IA. La verdadera innovación no está en limpiar el caos, sino en evitar que suceda.

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