Los augures electorales y su ritual para modernizar la farsa democrática

Los augures del templo electoral descifran entrañas de un sistema moribundo

En el sagrado recinto de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, lejos del mundanal ruido de las urnas y más cerca de los cócteles literarios, los sumos sacerdotes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) oficiaron un nuevo ritual. Con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de que el agua moja, los magistrados proclamaron la necesidad de “analizar” el sistema electoral mexicano. Su diagnóstico, una joya de lo obvio adornada con tecnicismos, incluye desde el modelo de comunicación política—esa obra de arte abstracto que nadie entiende—hasta la molesta costumbre del crimen organizado de presentarse como candidato no registrado en las elecciones locales.

La épica batalla de los spots de treinta segundos contra la razón humana

El magistrado Felipe Fuentes, con el rostro grave de quien ha visto el abismo, explicó el grandioso invento para evitar la compra de tiempos en radio y televisión: un sistema rígido de spots. ¡He aquí la genialidad! En lugar de permitir el mercadeo vulgar de ideas, se creó un mecanismo donde los aspirantes al poder disponen de fragmentos audiovisuales tan breves e intrascendentes que logran el efecto contrario: el votante medio sabe más de la receta de la abuela que del plan de gobierno de cualquier partido. Se sancionan las calumnias, se prohíbe la propaganda personalizada, y en el proceso, se aniquila cualquier atisbo de discurso coherente. Un triunfo de la ingeniería legal sobre el sentido común.

El voto electrónico: la fe mueve montañas, pero no convence a un elector mexicano

En su cruzada por la modernidad, el buen magistrado Fuentes propone la transición hacia el voto electrónico. Ante la comprensible desconfianza de un pueblo cuya experiencia con lo “digital” a menudo termina en un cargo no reconocido a su tarjeta, su solución es de una simplicidad pasmosa: permitir auditorías. Es decir, proponemos una máquina misteriosa que pocos entienden, pero que será supervisada por “factores externos”, un concepto tan etéreo y reconfortante como el “espíritu de la ley”. Como referencia ejemplar, se señala a la India, donde las urnas electrónicas coexisten con el papel. Por supuesto, se omite mencionar que en aquel exótico país no tienen que lidiar con cárteles que, con toda probabilidad, ya están desarrollando su propia app para votar por el candidato de su preferencia.

Cuando el narco hace campaña: la democracia participativa en su máxima expresión

El magistrado Felipe de la Mata, tocando el tema más delicado con la delicadeza de un diplomático, reconoció lo que cualquier habitante de Michoacán o de medio país sabe desde hace años: el crimen organizado no solo financa campañas, sino que a veces *es* la campaña. Frente a esta vibrante participación ciudadana del hampa, la solución propuesta es de una lógica impecable: si los malosos intimidan en las casillas el día de la elección, propaguemos el voto en el tiempo y el espacio con voto anticipado o por internet. Así, en lugar de un día de riesgo, tendremos semanas de incertidumbre digital y logística. Una forma brillante de diluir el problema hasta hacerlo invisible, que no inexistente.

En resumen, el cuadro es digno de un gabinete de curiosidades: unos augures, entre libros y buenas intenciones, discuten cómo pulir los engranajes de una máquina mientras ignoran, cortésmente, que la fábrica entera está siendo desmantelada pieza a pieza por la realidad. La transparencia y la seguridad son los dioses a los que rezan, en un panteón donde el dios verdadero, el de la fuerza bruta y la corrupción, ni siquiera se molesta en escuchar.

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