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Los guardianes de la justicia exigen ser escuchados tras años de salarios condenados

Mientras los jueces dictan sentencias, sus empleados dictan exigencias con megáfonos en mano.

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En un giro tragicómico digno de Kafka con toques de bufonería institucional, los esclavos modernos del Palacio de la Justicia -digo, los “colaboradores judiciales”- decidieron que ya era hora de imitar a sus jefes: en lugar de dictar sentencias, dictaron consignas frente a los templos del derecho familiar. ¡Qué mejor lugar para reclamar por la desunión matrimonial entre sus sueldos y la inflación!

El espectáculo burocrático alcanzó su clímax cuando el subsecretario Fadlala Akabani, armado con su megáfono mágico (instrumento oficial para simular diálogo en esta república bananera), pronunció las palabras sagradas de todo funcionario acorralado: “generemos condiciones de diálogo”. Traducción: “Hagan fila para que les demos largas con protocolo”.

Las heroínas anónimas de esta epopeya, cansadas de ser las Esméraldas del siglo XXI (encadenadas a expedientes por 12 horas diarias), revelaron el ultraje: su mísero aumento del 5% equivale a 200 pesos quincenales. ¡Toda una fortuna! Con eso quizá alcance para medio aguacate en la tiendita de don Pancho, si es que no subió de precio durante esta lectura.

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Mientras tanto, en la Ciudad Judicial -irónicamente ubicada en Doctores-, los pacientes (perdón, empleados) mantenían el bloqueo terapéutico. Diagnóstico según el IMSS (Instituto Mexicano del Sueldo Sudado): explotación crónica con pronóstico reservado. Receta médica: una dosis de dignidad y dos aspirinas para el gobierno que finge no escuchar.

El colmo de la justicia poética: los guardianes de las leyes deben incumplirlas (bloqueando calles) para que se cumpla la más básica: ¡trabajar no debería ser sinónimo de castigo!

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