Los ministros ofrecen limosna mientras la justicia se ahoga

En un acto de conmovedora magnanimidad que sin duda será recordado en los anales de la filantropía judicial, los excelsos miembros del Olimpo Jurídico Nacional, reunidos en su Pleno Sagrado, han decidido realizar el sacrificio supremo: desprenderse de una porción no especificada de sus emolumentos. El Sumo Sacerdote Hugo Aguilar Ortiz, con la solemnidad de quien anuncia un veredicto histórico, pidió un minuto de silencio por las víctimas de la tragedia, omitiendo con precisión cartográfica al estado de Veracruz, como si la desgracia tuviera que respetar jurisdicciones.

En un alarde de generosidad que raya en lo heroico, los togados benevolentes no se conformarán con esta limosna salarial. Han decretado la instalación de un punto de acopio en el santuario del Máximo Tribunal, donde la ciudadanía podrá depositar sus ofrendas de agua embotellada y atún enlatado ante la mirada compasiva de la justicia. Es un espectáculo conmovedor: los árbitros de la ley, aquellos que custodian el bien más preciado de la nación, reducidos a administrar donaciones de jabón y pañales.

Mientras la población se ahoga en el lodo y la desesperación, los ministros se solidarizan revisando sus almacenes en busca de “algunos objetos” sobrantes. Una alegoría perfecta de un sistema donde la caridad se convierte en espectáculo y la verdadera justicia social sigue pendiente de sentencia.

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