Los Pepes y el eterno teatro de la justicia mexicana

En un giro argumental que nadie vio venir (nadie con dos neuronas, al menos), la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX anunció el arresto de tres supuestos miembros de la organización criminal Los Pepes, grupo que, según fuentes oficiales, se dedica al narcotráfico, al homicidio creativo y, de paso, a mantener viva la tradición burocrática de las detenciones espectáculo.

Los protagonistas de esta tragicomedia son: Ricardo “El Richar” (36 años, experto en reincidencias penitenciarias), Jonathan “El Nito” (20 años, promesa joven del crimen organizado) y David “El Archi” (27 años, cuyo alias sugiere un futuro en la arquitectura de negocios ilícitos). Todos ellos, según el libreto oficial, operaban bajo las órdenes de El Cholo, un salvadoreño que, por arte de magia geopolítica, dirige pandillas desde la sombra mientras las autoridades lo buscan… pero no tanto.

El crimen que desató este episodio fue el asesinato de un taxista, ocurrido por una disputa territorial digna de Juego de Tronos, pero con combis en lugar de dragones. La SSC, en un alarde de eficacia, desplegó cámaras de vigilancia (esa tecnología revolucionaria del siglo XX) y logró ubicar a los sospechosos… justo cuando manipulaban bolsas de marihuana en plena calle, como si estuvieran grabando un tutorial de Cómo ser detenido en 10 minutos.

Tras la captura, se incautó un arsenal consistente en: un arma corta (para disparos a corta distancia), tres balas (una para cada detenido, qué conveniente), tres celulares (para llamar a sus abogados o a su jefe, da igual) y 50 bolsas de marihuana (que, según cálculos oficiales, equivalen a “una cantidad significativa” cuando conviene a la nota de prensa).

Para cerrar con broche de oro, se reveló que El Richar ya tenía experiencia en el sistema penitenciario, demostrando que las cárceles mexicanas son como hoteles All Inclusive: siempre hay reingresos. Los tres fueron entregados al Ministerio Público, donde seguramente se resolverá su caso con la misma transparencia y velocidad con que se construyen las líneas del Metro.

Mientras tanto, El Cholo, el verdadero villano de esta historieta, sigue libre, probablemente viendo el noticiero y riéndose entre sorbos de café. Porque al final, en este país, los capítulos se repiten, los actores secundarios caen, pero el espectáculo debe continuar.