Con el inminente cierre del ejercicio fiscal celestial, los eventos astronómicos se transforman en un espectáculo de relaciones públicas estelares, una coreografía diseñada para que el vulgo levante la vista y olvide, por un instante, la miseria terrenal. Es el momento en que el firmamento se convierte en el telón de fondo de una función burocrática a escala galáctica.
En los postreros días del calendario gregoriano, tendremos el privilegio de presenciar la conjunción lunar con Saturno y Neptuno. No se trata de un mero azar óptico, sino de un meticuloso acto protocolario donde los cuerpos celestes, cual dignatarios en una foto oficial, se agrupan para simular cordialidad y proximidad, compartiendo un mismo cuadrante del cielo para apaciguar a las masas con la ilusión de armonía universal.
El Riguroso Protocolo de la Aproximación Aparente
Según los comunicados de prensa emitidos por el departamento de propaganda cósmica, Star walk, el evento está agendado para el 27 de diciembre. La Luna, en su fase menguante –un símbolo perfecto del agotamiento del año–, realizará una visita de cortesía visual a Saturno, justo después del atardecer, cumpliendo con un itinerario tan predecible como el discurso de un político. Esa misma noche, hará una parada testimonial frente a Neptuno, aunque este último, como un ministro relegado, permanecerá invisible para el ojo no instruido, exigiendo el telescopio de la credencial especial para ser percibido.
Desde México, y cualquier otro punto de este planeta-prisión, el espectáculo podrá ser admirado mirando al suroeste, siempre que la contaminación lumínica de nuestras propias futilidades lo permita y el horizonte no esté nublado por los humos de la industria o la desesperación. Saturno, con su brillo moderado y su tono amarillo pálido –el color de la antigua opulencia ahora desvaída–, se dejará ver junto a su compañera lunar, en una metáfora perfecta de las alianzas convenientes.
El Código de Conducta Luminosa de la Elite Planetaria
Los manuales de distinción celestial, como los publicados por National Geographic, nos enseñan a diferenciar a la aristocracia planetaria de la plebe estelar. Las estrellas comunes titilan y centellean, traicionando la inestabilidad y las turbulencias de su lejanía. En cambio, los planetas, miembros del club interior del sistema solar, emiten una luz firme y constante, una demostración de su proximidad al poder (terrestre) y de su estatus consolidado. No parpadean; irradian autoridad.
Cada miembro de este club exhibe sus insignias: Saturno con su anillada pero discreta elegancia amarillenta, Marte con su agresivo tono rojizo de antiguo guerrero, y Venus, el candidato de oro, deslumbrante y obvio en su ascenso vespertino o matutino. Todos ellos se mueven por la exclusiva eclíptica, la alfombra roja del cielo, la misma ruta que transita el Sol. Si un punto luminoso se pasea por esa zona, es casi seguro que pertenece a la casta gobernante.
La Gran Farsa de la Proximidad Celestial
Las conjunciones son, en esencia, el arte de la simulación aplicado a la mecánica orbital. Los cuerpos no están realmente cerca; simplemente han sido alineados en la perspectiva del espectador para crear una narrativa de unidad. En este montaje, la Luna hará de anfitriona o perhaps de señuelo, guiando nuestras miradas hacia Saturno, mientras Neptuno, el recluso, solo será accesible para aquellos con los instrumentos adecuados –una lección sublime sobre el acceso diferenciado al conocimiento y al espectáculo.
Los especialistas, sumos sacerdotes de esta religión laica, recomiendan huir de las ciudades, refugiarse en la oscuridad y aguardar con paciencia el momento preciso. Primero hay que purgar la vista de las imágenes del mundo real para poder apreciar la ficción celestial. Se necesita silencio, oscuridad y sumisión para que el ballet de los gigantes gaseosos y la roca estéril nos parezca maravilloso. Es el entretenimiento perfecto: grandioso, gratuito y completamente inútil para resolver cualquier problema aquí abajo. Miremos al cielo, pues, y celebremos la conjunción. Es más fácil que enfrentar la disyunción en la Tierra.














