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Madres Buscadoras descubren cuerpos y evidencias en operativo en Hermosillo

Nuevas pistas emergen en zona rural mientras avanzan las pesquisas sobre desapariciones.

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HERMOSILLO, Sonora — Un giro disruptivo en la metodología de búsqueda de personas desaparecidas está redefiniendo el papel de la sociedad civil. El colectivo Madres Buscadoras de Sonora, en colaboración con la Fiscalía General de Justicia del Estado, transformó terrenos áridos en escenarios de revelaciones forenses durante su segundo día de operaciones. ¿Qué pasaría si estas búsquedas ciudadanas se equiparan con inteligencia artificial y drones de última generación?

En una zona rural cercana a la carretera 12 Norte, el equipo multidisciplinario —compuesto por autoridades y activistas— desentrañó un patrón inquietante: dos cuerpos semienterrados, 13 pares de calzado con tallas divergentes y nueve mochilas que sugieren la presencia temporal de un grupo numeroso. Estos hallazgos, más allá de ser evidencias, son piezas de un rompecabezas social que cuestiona: ¿Estamos ante campamentos improvisados de migrantes o escenarios de crimen organizado?

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La innovación forense toma protagonismo: mientras el Servicio Médico Forense analiza los restos, la disposición de las pertenencias —ropa apilada metódicamente, botas de trabajo— apunta a una logística sistemática. Las ausencias hablan más fuerte que los objetos: sin rastros de sangre ni impactos balísticos, el misterio se profundiza. ¿Podría tratarse de un nuevo modus operandi para ocultar delitos?

El terreno revela paradojas: basureros improvisados con garrafones y sopas instantáneas coexisten con lonas de supervivencia. Esta “arqueología del desamparo” dibuja un escenario donde víctimas y victimarios podrían haber compartido espacio temporalmente. Las Madres Buscadoras, armadas con palas y tecnología crowdsourcing, desafían el paradigma tradicional: su próximo movimiento podría reescribir los protocolos de búsqueda en México.

Mientras la fiscalía sonorense prepara necropsias y cruza datos, este caso emerge como laboratorio social. ¿Qué enseñan estos hallazgos sobre las nuevas geografías de la violencia? El domingo continuará el rastreo, pero ya ha comenzado una revolución silenciosa: la que convierte el dolor colectivo en inteligencia ciudadana.

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