Nacional
Manual de buenas prácticas para el lavado de capitales en la era digital
El sistema financiero moderno ofrece herramientas de lujo para que el crimen organice su contabilidad con total impunidad y estilo.

En un alarde de innovación financiera que dejaría en pañales a los más astutos contables de Wall Street, la delincuencia de alto standing ha modernizado sus métodos de lavado. Ya no se conforma con maletas repletas de billetes malolientes; ahora prefiere el inmaculado e intangible mundo de los bits y los blockchain.
Imagine usted, querido lector, a un respetable miembro de una organización criminal cualquiera. Su problema no es la escasez de efectivo, sino todo lo contrario: la abrumadora abundancia de él. ¿Cómo transformar los sudorosos dólares del narcotráfico en un patrimonio presentable? La solución, amablemente proporcionada por la tecno-finanza global, es tan elegante como cínica. Las criptomonedas, ese invento libertario para evadir Estados, se ha revelado como el paraíso fiscal soñado por todo capo que se precie. Ofrecen una opacidad gloriosa y un trasvase internacional de fondos tan sencillo como ordenar una pizza, pero sin dejar rastro de la dirección de entrega.
Las estimaciones más conservadoras –un eufemismo para no alarmar a la plebe– sitúan esta floreciente industria de la higienización monetaria entre los 18 mil y los 44 mil millones de dólares anuales en México. Cifras que, todo hay que decirlo, son la envidia de cualquier programa social gubernamental.
El procedimiento es de una pulcritud ejemplar. Un abogado mexicano, pilares de la rectitud ciudadana, se declara culpable de blanquear una miseria de 52 millones para el Cartel de Sinaloa. Al sentirse acosado por la molesta mirada del FBI, ¿abandona sus actividades? ¡Por supuesto que no! Simplemente migra su negocio a las criptodivisas, en un loable esfuerzo de reciclaje profesional y digital. Incluso el propio Ovidio Guzmán, en un arranque de sinceridad institucional ante un tribunal estadounidense, detalló con orgullo cómo sus lavadores utilizaban transferencias y criptoactivos para repartir dividendos. Es la versión delincuencial de la economía colaborativa.
Y por si las criptomonedas resultaran demasiado frías e impersonales, el crimen de clase ha diversificado su portafolio. ¿Un concierto de tu cantante favorito? Puede ser una meticulosa operación para mezclar fondos ilícitos con entradas legítimas. ¿Una amable llamada ofreciendo unas vacaciones en un tiempo compartido? Quizás sea el primer paso para santificar millones a través de contratos de hospedaje. En esta nueva y brillante economía, todo vale con tal de que el dinero recupere su virtud y pueda ser exhibido en sociedad sin rubor alguno. El sueño de cualquier emprendedor, siempre y cuando su emprendimiento sea el tráfico de drogas.

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