En un giro que desafía la narrativa convencional, José Antonio García Herrera, líder de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y Televisión (CIRT), ha lanzado un desafío monumental a la presidenta Claudia Sheinbaum. Su petición no es una simple queja, sino una exigencia disruptiva: ¿por qué no transformar el ecosistema informativo creando un campo de juego equilibrado donde los medios tradicionales, sometidos a estrictos códigos éticos, compitan en igualdad de condiciones con el salvaje oeste digital de las redes sociales?
Durante la Convención Anual de la CIRT 2025, García Herrera no se limitó a defender el status quo. Cuestionó el paradigma actual, señalando la ironía de que las plataformas digitales, que proliferan con desinformación, operen con impunidad mientras la radio y la televisión cargan con el peso de la verificación periodística. Propuso una visión audaz: ¿y si en lugar de ver a los medios tradicionales como reliquias, los reconocemos como los guardianes de un contrato social informativo esencial para la salud de la democracia mexicana?
Una Respuesta que Podría Redefinir las Reglas del Juego
La respuesta de Sheinbaum no fue un simple gesto político. Fue una invitación a co-crear el futuro. Al convocar a los radiodifusores a las mesas de consulta de la reforma electoral, abrió la puerta a una reinvención del sistema. Imaginen un escenario donde la regulación equitativa no asfixie la innovación, sino que impulse un nuevo modelo de servicio público gratuito en la era digital, donde la calidad de la información se convierta en la nueva moneda de cambio.
Este no es un debate sobre privilegios, sino una oportunidad para una disrupción constructiva. ¿Podemos diseñar un marco regulatorio que no solo controle, sino que incentive la veracidad informativa como un bien público? El futuro de la democracia no se juega solo en las urnas, sino en la batalla por la integridad del ecosistema informativo que las sustenta.
