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México despliega su primer contingente de Cascos Azules de la ONU

CIUDAD DE MÉXICO.- Un hito histórico se vivió este martes con la presentación oficial de la Compañía de Ingenieros Conjunta para Operaciones de Paz. Tras décadas de observar una estricta política de no intervención, este acto simboliza un giro estratégico profundo en la postura internacional de la nación mexicana. Quienes hemos seguido de cerca la evolución de las Fuerzas Armadas, reconocemos la magnitud de este paso: no se trata solo de un despliegue, sino de la materialización de una madurez operativa que se ha construido meticulosamente.

Durante el Desfile Cívico Militar del 16 de septiembre, la solemnidad del momento fue palpable. Ver a ese personal portando con orgullo la boina y el casco azul, los emblemáticos símbolos de la ONU, evocó recuerdos de conversaciones con colegas veteranos de otras latitudes que siempre preguntaban por el cuándo y no el si de la participación mexicana. Esos distintivos no son solo piezas de uniforme; representan un compromiso con la estabilidad global y cargan con el peso de una expectativa internacional enorme.

Las Fuerzas Armadas confirmaron lo que muchos en el ámbito de la defensa anticipábamos: “Es el primer contingente militar de México que se prepara para ser desplegado en una misión de paz“. La elección de una unidad de ingenieros es, en mi experiencia, una decisión astuta. Las labores de reconstrucción de infraestructura, desminado y creación de condiciones básicas de vida son a menudo el cimiento sobre el cual se construye una paz duradera, incluso más que la mera presencia armada. Es una aportación de valor incalculable.

Recuerdo claramente el debate interno que generó el envío de los primeros observadores militares individuales a partir de 2014, a teatros de operaciones complejos como Haití, Líbano y el Sahara Occidental. Fue un periodo de aprendizaje invaluable, de pequeñas dosis de exposición que permitieron acumular el know-how táctico y logístico necesario para el día de hoy. Esos pioneros, cuyas experiencias rara vez son contadas, son los verdaderos arquitectos de esta capacidad operativa.

Si bien en el sexenio del Presidente López Obrador se mantuvo una participación acotada con el envío de personal médico, elementos de la Guardia Nacional y especialistas a países como Mali y Sudán del Sur, siempre existió la sensación de que era un potencial desaprovechado. La cooperación mediante efectivos individuales, aunque valiosa, no tiene el mismo impacto estratégico y de proyección de capacidades que el despliegue de una unidad colectiva cohesionada y con un mandato claro.

La conformación de esta compañía de ingenieros en 2025 trasciende lo simbólico. Marca un punto de inflexión. Implica la creación de doctrinas conjuntas, cadenas de mando interoperables con mandos internacionales y una logística de despliegue que es, en sí misma, una operación mayor. El verdadero desafío, como he aprendido a lo largo de los años, no es llegar a la zona de conflicto, sino sostenerse allí de manera efectiva, segura y con un impacto positivo tangible para la población local. México, por fin, está listo para asumir ese reto y escribir un nuevo capítulo en su historia diplomática y militar.

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