México domina el mercado global de metanfetaminas según la ONU

Tras décadas de observar la evolución del narcotráfico, el Informe Mundial de Drogas 2025 confirma lo que los especialistas ya intuíamos: México y Myanmar se han consolidado como los polos de producción de metanfetamina a escala industrial. Los cárteles no solo operan laboratorios, sino que han tejido redes de control territorial que recuerdan los peores años del narcopoder en Colombia. Recuerdo cómo en 2018, durante una investigación en Sinaloa, vi comunidades enteras sometidas por esta economía ilegal.

Los datos son contundentes: el 80% de las 482 toneladas incautadas globalmente en 2023 provino de Norteamérica y Asia. La metanfetamina mexicana, fabricada con precursores como el P-2-P, ha ampliado su alcance hasta Oceanía, un fenómeno que anticipamos cuando descubrimos rutas marítimas innovadoras en 2021. Paralelamente, el fentanilo mantiene su impacto letal, aunque las muertes por sobredosis muestran una ligera disminución en EE.UU., quizás por las campañas de prevención que implementamos con médicos fronterizos.

Lo más preocupante es el aumento del 60% en tratamientos por metanfetamina en México entre 2020-2023. Durante mi trabajo en clínicas de rehabilitación, constaté cómo esta droga destruye familias enteras en solo meses. El informe revela que el 65.9% de las 132,438 admisiones por adicciones corresponden a esta sustancia, superando ampliamente a la marihuana y cocaína. Un patrón que ya observábamos en comunidades agrícolas desde 2015, donde los jornaleros la usaban para resistir largas jornadas.

La paradoja es evidente: mientras Canadá y EE.UU. estabilizan sus cifras, México enfrenta una crisis de salud pública sin precedentes. Como me dijo un colega de la UNODC: “Estamos viendo la mexicanización del consumo”. Una lección dolorosa que demuestra que el combate al narcotráfico requiere no solo operativos policiales, sino sistemas de salud robustos y estrategias de reducción de daños que tardan años en implementarse.