México enfrenta su primera elección judicial en medio de desafíos sin precedentes

En mis más de dos décadas cubriendo procesos electorales en América Latina, pocos momentos han sido tan reveladores como este domingo en México. La elección de cargos judiciales, un experimento democrático sin antecedentes en la región, nos deja lecciones contundentes sobre los límites de la ingeniería institucional.

Recuerdo perfectamente la expresión de incredulidad entre colegas cuando en 2023 se propuso por primera vez la elección popular de ministros. Hoy, ese debate teórico se materializa en 80,000 casillas con un presupuesto reducido a la mitad, demostrando que en democracia, los plazos y recursos importan tanto como las buenas intenciones.

El Instituto Nacional Electoral (INE), esa institución que he visto resistir crisis desde los años 90, enfrenta su prueba más dura: organizar en tres meses lo que normalmente requiere un año, con menos capacitadores, menos material y bajo la sombra constante de la controversia política. “Hacemos elecciones, no milagros”, me confesó un consejero en off the record, eco de lo que muchos técnicos piensan pero pocos dicen públicamente.

La paradoja es evidente: mientras el gobierno cuestionaba el presupuesto inicial de 13 mil millones de pesos (comparándolo con el costo de la elección presidencial), olvidaba que elegir 881 cargos judiciales distribuidos en múltiples niveles implica una complejidad logística exponencial. Los 6,219 millones finalmente aprobados obligaron a recortes que, en mi experiencia, siempre terminan afectando la capacitación ciudadana -el alma de cualquier proceso limpio.

Innovaciones como las urnas únicas y casillas con 15 mamparas revelan el ingenio del INE bajo presión. Pero tras años observando procesos electorales, sé que ningún dispositivo técnico sustituye la confianza pública. Por eso las cámaras en los escrutinios son tan cruciales: en elecciones controvertidas, la percepción de transparencia vale más que mil protocolos.

La verdadera prueba comenzará cuando cierren las casillas. Con 3,397 candidaturas en disputa -desde ministros hasta juzgadores de distrito- el conteo promete ser una maratón técnica. El fantasma de 2006 ronda: cuando la velocidad choca con la precisión, la democracia sale lastimada.

Esta elección trascenderá el domingo. Como me dijo una vez un viejo magistrado: “Cuando los jueces necesitan campañas, la justicia necesita guardaespaldas”. El México de mañana juzgará si este experimento fortaleció su democracia o solo trasladó sus tensiones a un nuevo terreno.