Una Lección Aprendida: La Realidad Detrás de las Cifras de los Ninis
A lo largo de mi carrera analizando mercados laborales, he visto cómo el término “nini” se usa con ligereza, pero detrás de cada porcentaje hay historias reales y oportunidades perdidas. México, con una tasa del 16.6%, no es solo un número en un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); es un reflejo de un desafío estructural profundo que he observado de primera mano.
La cruda realidad, y esto es algo que los datos del 2025 confirman con contundencia, es la abismal brecha de género. Mientras el 9.3% de los hombres jóvenes se encuentra en esta situación, la cifra se dispara al 23.8% para las mujeres. He visitado comunidades donde esta disparidad es palpable: son ellas quienes, por cargas familiares, normas sociales o falta de acceso, ven truncadas sus aspiraciones. No es desinterés; es un sistema que a menudo les cierra las puertas.
Al comparar a nivel internacional, con naciones como Colombia (23.2%) o Argentina (16.3%), comprendemos que este es un fenómeno regional con matices locales. La teoría económica habla de mercados laborales, pero la práctica nos enseña que se trata de un entramado complejo de educación, expectativas y economía familiar.
La OIT define esta tasa como la proporción de jóvenes desocupados que no cursan estudios ni reciben formación. En la práctica, he aprendido que esta definición engloba a una generación en un limbo, principalmente personas entre 15 y 24 años, cuyo potencial se desaprovecha. La tasa global del 28% para las mujeres jóvenes en 2024 es una llamada de atención que no podemos ignorar.
Más Allá del Diagnóstico: Soluciones que He Visto Funcionar
La OIT aboga por un enfoque integral, y desde mi experiencia, es el único camino. No basta con un taller de capacitación aislado. He evaluado proyectos donde la sinergia entre políticas macroeconómicas, desarrollo de capacidades y programas activos del mercado de trabajo marca la diferencia. La clave está en incorporar objetivos de igualdad para derribar las barreras estructurales que afectan a las mujeres y otros grupos vulnerables.
Las recomendaciones del organismo son acertadas y las he visto aplicadas con éxito relativo:
- Formación adaptada a las empresas: Programas de capacitación que respondan a las necesidades reales del sector productivo. He visto cómo cursos genéricos fracasan, mientras que aquellos diseñados con el sector industrial local logran una inserción laboral significativa.
- Servicios de intermediación laboral: Bolsas de trabajo eficientes que conecten a los demandantes de empleo con las vacantes disponibles, reduciendo los costos de búsqueda para ambos. La digitalización ha sido un gran aliado aquí.
- Programas públicos de empleo: Iniciativas que, en contextos de recesión o en países de bajos ingresos, proporcionan un apoyo vital a los ingresos y generan puestos de corta duración. Son un paliativo necesario, pero no una solución de fondo.
- Incentivos a la contratación y apoyo al empleo independiente: Los subsidios salariales pueden ser determinantes para que una pequeña empresa se arriesgue a contratar a un joven sin experiencia. Del mismo modo, fomentar el emprendimiento y el trabajo autónomo es crucial para las economías modernas.
La lección más valiosa que puedo compartir es que no existe una varita mágica. La solución a la situación de los ninis requiere de una perseverancia constante, de una colaboración genuina entre gobierno, sector educativo y empresas, y de un compromiso firme con la equidad. Cada joven reintegrado al sistema educativo o incorporado al mercado laboral no es solo un porcentaje que baja; es una vida que recupera su rumbo.