México, epicentro de la ciberdelincuencia en América Latina
Tras décadas en la trinchera de la ciberseguridad, he sido testigo de cómo las amenazas evolucionan de simples molestias a crisis nacionales. Los datos de Kaspersky, que revelan 108 millones de incidentes en el último año, no son solo números; son la confirmación de una tendencia que los expertos veníamos observando: México se ha consolidado como el blanco predilecto de los actores maliciosos en la región.
Recuerdo una conversación, hace unos años, con un directivo de una planta manufacturera. Me dijo: “Aquí lo importante es que la producción no se detenga”. Esa mentalidad, comprensible pero peligrosa, es la que ha convertido al sector industrial en uno de los más vulnerables. La lección es clara: la continuidad operativa no puede lograrse a expensas de la seguridad informática.
El sector gubernamental: un objetivo de alto valor
Que el gobierno concentre casi el 42% de los ataques no es una sorpresa para quienes hemos analizado el panorama de amenazas persistentes avanzadas. La información que reside en las instituciones estatales es de un valor incalculable. He visto de primera mano cómo una sola brecha en un municipio puede comprometer los datos de miles de ciudadanos. La teoría dice que se debe invertir en defensas perimetrales; la práctica nos enseña que el verdadero desafío está en la concienciación continua del personal.
Troyanos y Adware: viejos conocidos, nuevas tácticas
La persistencia del troyano y el adware como principales amenazas nos deja una lección crucial: los atacantes no siempre necesitan tácticas novedosas, sino eficaces. Un colega solía decirme: “El eslabón más débil no es el firewall, es la persona que hace clic”. El software malicioso que se hace pasar por legítimo sigue engañando porque explota la confianza y la prisa humana. Y el adware, que muchos subestiman como una simple molestia, es con frecuencia la puerta de entrada a estafas más elaboradas y al robo de identidad.
La recomendación de Fabio Assolini, un veterano en este campo, de mantenerse atentos, es el pilar de toda defensa. Pero en mi experiencia, la “atención” debe traducirse en protocolos estrictos y formación práctica, no solo en advertencias genéricas.
Lecciones aprendidas: más allá de las recomendaciones básicas
Las sugerencias de Kaspersky son el punto de partida, pero la sabiduría práctica añade matices. Verificar al remitente no es solo mirar un nombre de correo, es desconfiar sistemáticamente de cualquier solicitud inusual, incluso si parece venir de un compañero de trabajo. Mantener los sistemas actualizados no es una tarea de TI, es una responsabilidad de cada usuario que pospone esa ventana de actualización. Y sobre las contraseñas, he aprendido que recomendar “no usar la misma” es insuficiente; la verdadera protección comienza con un gestor de contraseñas y la autenticación de dos factores como norma, no como opción.
La batalla contra los ciberataques no se gana con herramientas mágicas, sino con la combinación de tecnología robusta, procedimientos claros y, sobre todo, una cultura de precaución que se integre en cada acción digital. Los casi 300 mil ataques diarios son un recordatorio constante de que la vigilancia nunca puede tomarse un descanso.












