México establece la paridad de género como criterio obligatorio en embajadas
¿Por qué, en pleno siglo XXI, solo el 34% de los puestos en el Servicio Exterior Mexicano están ocupados por mujeres? Esta fue la pregunta incómoda que resonó en los pasillos de la Cámara de Diputados antes de una votación histórica. Con 471 votos a favor, el pleno aprobó reformar la Ley del Servicio Exterior Mexicano para incorporar el principio de paridad de género como un criterio obligatorio para designar embajadores.
La cifra, obtenida de documentos oficiales, revela una realidad contundente: la subrepresentación femenina no es una casualidad, sino la expresión de una desigualdad estructural enquistada durante décadas. “No puede ser tolerada en un país que ha hecho de la igualdad un principio constitucional”, declaró en tribuna la diputada Lorena Piñón del PRI, impulsora de la iniciativa.
Pero, ¿cómo se gestó este cambio? La investigación revela que detrás de esta transformación legislativa hay una movilización constante. El Colectivo 50+1, encabezado por la cónsul de México en Houston, María Elena Orantes, demostró con datos y testimonios cómo la sororidad entre mujeres de diversos ámbitos puede traducirse en acciones concretas. Sus expedientes, compartidos con legisladores, documentaban caso tras caso de diplomáticas altamente calificadas cuyas carreras se estancaban ante un techo de cristal casi infranqueable.
La modificación legal no es un simple gesto simbólico. Representa un mandato de justicia que busca transitar de la teoría a la práctica. El objetivo es ambicioso y medible: pasar del 34% actual al 50% de embajadoras y cónsules que representen los intereses de México en el mundo.
¿Qué implicaciones reales tendrá esta decisión? La narrativa oficial habla de una diplomacia que será espejo de igualdad, inclusión y justicia de género. Sin embargo, la verdadera prueba comenzará en los próximos meses, cuando las promociones dentro del servicio exterior deberán reflejar este nuevo principio. El mérito profesional y la paridad, históricamente divorciados, tendrán que aprender a caminar juntos.
Esta reforma plantea una pregunta más profunda: ¿estamos presenciando el inicio de una verdadera reestructuración del poder diplomático o solo un ajuste cosmético? La respuesta quedará escrita en los nombramientos venideros, donde la inteligencia, disciplina y visión de las diplomáticas mexicanas deberán encontrar, por fin, su espacio legítimo en todos los niveles de representación internacional.