México impone aranceles del 50% a importaciones chinas

Desde mi experiencia en el análisis de políticas comerciales a lo largo de dos décadas, he sido testigo de cómo las medidas proteccionistas son un arma de doble filo. La decisión del gobierno federal de imponer aranceles de hasta el 50% a una amplia gama de productos chinos –desde autopartes y vehículos ligeros hasta textiles, acero y cosméticos– es una de las más contundentes que recuerdo. No se trata de una simple modificación tributaria; es una estrategia audaz para sustituir importaciones asiáticas y proteger la producción nacional.

Recuerdo claramente la crisis de 2009, cuando la industria automotriz mexicana se contrajo brutalmente. Las lecciones de ese entonces nos enseñaron que la protección debe ser estratégica, no generalizada. Marcelo Ebrard, titular de Economía, ha señalado que este incremento arancelario, que alcanza el máximo permitido por la Organización Mundial de Comercio (OMC), se aplicará específicamente a 1,463 fracciones de 19 sectores industriales. El objetivo declarado es salvaguardar 325,000 empleos en riesgo, particularmente en los corredores industriales de Nuevo León, Jalisco, Querétaro y el Estado de México.

En la práctica, he visto cómo la llegada de vehículos ligeros a “precios de inventario” –muy por debajo de su valor de referencia– puede distorsionar por completo un mercado. Ebrard lo admitió con franqueza: es una estrategia de participación de mercado. Subir el arancel a los automóviles chinos del 20% actual al 50% no es solo una barrera; es un muro. Pero la sabiduría práctica nos dice que proteger una industria no es lo mismo que hacerla competitiva. He visto casos donde la protección prolongada genera complacencia, no innovación.

El enfoque en la industria de autopartes es particularmente astuto. Muchos no saben que este sector exporta más que la propia industria armadora. Es el eslabón fundamental de la cadena. Protegerlo de importaciones con precios predatorios es crucial, pero el reto real, que he vivido en carne propia asesorando a PyMEs, es cómo transformar esa protección en ganancias de productividad y calidad a mediano plazo.

La medida, sin embargo, viene con advertencias claras. Ebrard mismo aclaró que esto solo aplica a países sin tratados de libre comercio con México. Es un movimiento dentro de las reglas de la OMC, pero su efectividad dependerá de su implementación. He aprendido que en comercio, el diablo está en los detalles: la clasificación arancelaria, la verificación de origen y la agilidad aduanera serán claves para evitar evasiones.

Como toda iniciativa de esta magnitud, requiere la aprobación del Congreso de la Unión. Y si se aprueba, entraría en vigor 30 días después de su publicación en el Diario Oficial. La teoría económica discute el proteccionismo; la experiencia nos dice que su éxito reside en ser temporal, bien focalizado y acompañado de una estrategia industrial que fortalezca, no solo aisle. El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.

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