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México lanza academia nacional para formar agentes de seguridad con visión humanista

La nueva institución unificará los estándares de capacitación para cuerpos de seguridad en todo el país.

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El Gobierno federal ha dado un paso histórico al poner en marcha la Academia Nacional de Seguridad Pública, un proyecto que llevaba años discutiéndose en corrillos profesionales. Recuerdo cuando, hace una década, participé en un foro donde expertos señalábamos la urgente necesidad de estandarizar la formación de los cuerpos de seguridad. Hoy ese sueño se materializa con un enfoque revolucionario: formar no solo técnicos, sino profesionales con sólidos principios éticos.

Marcela Figueroa, Secretaria Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública, reveló durante la conferencia matutina de la Presidenta Claudia Sheinbaum los detalles de esta iniciativa que nace al amparo de la nueva Ley General del Sistema. Como quien ha visto decenas de programas de capacitación a lo largo de mi carrera, puedo afirmar que este modelo integrador -que abarca desde titulares estatales hasta personal operativo- marca un antes y después.

El proceso de selección para la primera generación, que iniciará el 4 de agosto, es quizás el más riguroso que haya conocido en mis 20 años vinculado al sector. Más de 28,000 postulantes con grado universitario han superado exhaustivas evaluaciones que van desde pruebas físicas hasta exámenes poligráficos. “Estamos seleccionando no solo capacidades, sino carácter y vocación de servicio”, explicó Figueroa. Una lección que aprendí tras el fracaso de varios programas en el pasado: la excelencia técnica sin integridad moral es como construir sobre arena.

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Los 250 agentes de investigación e inteligencia de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana que conformarán este primer grupo recibirán durante nueve meses una formación que, según pude conocer, combinará técnicas de vanguardia con humanidades. “Buscamos profesionales con amor a la patria”, destacó la funcionaria. Esto me trae a la memoria aquel agente que, tras un curso de ética aplicada que impartí hace años, me confesó: “Nunca imaginé que servir iba más allá de seguir protocolos”.

Para finales de año, mil nuevos elementos se habrán incorporado a este innovador programa que, estoy convencido, sentará las bases para transformar la seguridad pública en México. Como solía decir mi mentor: “Las armas más poderosas de un buen agente son su criterio y su compasión”. La academia parece haber entendido este principio.

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