México pospone el pago de su deuda con malabares financieros dignos de circo

En un acto de prestidigitación fiscal que haría palidecer a Houdini, el Gobierno de México anunció con bombos y platillos que ha logrado reducir en un 85% las amortizaciones de deuda externa programadas para 2026. La Secretaría de Hacienda, en un alarde de creatividad contable, presentó esta jugada como si fuera un triunfo olímpico, cuando en realidad es el equivalente financiero de esconder los recibos debajo del colchón.

La dependencia, con la solemnidad de un mago revelando su truco más mediocre, explicó que activó la cláusula de vencimiento anticipado en dos bonos soberanos, uno por 2,060 millones de dólares y otro por 1,327 millones de euros (que, para que todos lo entendamos, es como decir “mucho, pero mucho dinero”). Así, el total refinanciado asciende a 3,593 millones de dólares, cifra que, convenientemente, suena menos aterradora cuando se diluye en comunicados oficiales.

“Estas operaciones otorgan mayor flexibilidad“, declaró Hacienda, lo que en cristiano significa: “Nos compramos tiempo para que el próximo gobierno herede este glorioso lío”. Sumado al refinanciamiento de 2,501 millones de dólares realizado en junio, el Gobierno federal acumula ya 6,094 millones de dólares en deuda pospuesta, demostrando que, cuando se trata de patear problemas hacia adelante, México compite en la Champions League.

La Secretaría, con un optimismo digno de un vendedor de humo, calificó esto como una estrategia proactiva para fortalecer la resiliencia de las finanzas públicas. Traducción: “Si ignoramos los pagos el tiempo suficiente, quizás desaparezcan solos”. Y por si fuera poco, presumieron un beneficio neto de más de mil millones de dólares por desendeudamiento, lo cual, en términos reales, equivale a decir que lograron pagar una tarjeta de crédito con otra.

Para cerrar con broche de oro, el comunicado asegura que todo esto se hace en apego al Plan Anual de Financiamiento 2025 y los techos de endeudamiento autorizados. O sea, el Congreso dio su bendición a este circo, demostrando una vez más que, en política, la palabra “sostenible” puede significar cualquier cosa menos lo que dice el diccionario.