México recibe a Flossie y Barry en un verano de pesadilla climática

CIUDAD DE MÉXICO. – La naturaleza, en un acto de generosidad inigualable, ha decidido obsequiar a México no con una, sino con dos tormentas tropicales para alegrar el verano: Flossie, la diva del Pacífico que aspira a convertirse en huracán para su debut en Baja California, y Barry, el tímido del Golfo que se desvanecerá antes de causar impresión.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua), siempre puntual en anunciar lo inevitable, reveló que Flossie pasó de ser una simple depresión tropical a una tormenta con aspiraciones, posicionándose estratégicamente a 390 km de Acapulco. Los expertos pronostican su transformación en huracán justo a tiempo para arruinar los planes de la próxima semana, porque ¿qué sería de México sin un buen diluvio estival?

Mientras tanto, Barry merodea cerca de Tuxpan como un invitado torpe que no sabe cuándo irse. Aunque las autoridades insisten en que no alcanzará la categoría de huracán, su presencia basta para justificar el despliegue de alertas y el clásico ritual nacional: sacar las cubetas, rezar a San Isidro Labrador y culpar al cambio climático entre sorbo y sorbo de café.

Las lluvias prometen el espectáculo habitual: ríos que se creen océanos, calles convertidas en canales venecianos (pero sin el romanticismo) y ciudadanos navegando en balsas improvisadas mientras las autoridades recomiendan “permanecer atentos” desde sus oficinas con clima controlado. Todo esto, por supuesto, en un país donde la temporada de huracanes es más predecible que los discursos políticos.

Así que prepárense, mexicanos, porque mientras Flossie y Barry juegan a las canicas con el mapa nacional, el verdadero huracán será la eterna sorpresa de descubrir que, una vez más, estamos tan preparados como un paraguas de papel.