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México y Cuba tejen una nueva geopolítica energética

Una alianza estratégica que redefine la diplomacia energética y desafía el orden geopolítico tradicional en la región.

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México y Cuba Desafían el Status Quo con una Alianza Energética Revolucionaria

En un movimiento que cuestiona las convenciones de la diplomacia internacional, los gobiernos de México y Cuba están co-creando un nuevo paradigma de colaboración estratégica. El primer informe de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo revela que no se trata de simples transacciones, sino de una reingeniería de las relaciones bilaterales, comenzando por el vital sector energético.

Imagine por un momento: ¿Y si el bloqueo económico no es un muro, sino un catalizador forzoso de innovación autónoma? Esta es la premisa disruptiva que parece estar guiando el acercamiento. “En ese mismo mes (mayo), se realizó una reunión en La Habana con personas funcionarias de energía, minas y de industrias y personas empresarias en minería con operaciones en ese país, en la cual se exploraron posibilidades de cooperación y oportunidades de inversión“, detalla el documento oficial. No es ayuda; es un joint-venture geopolítico.

Este no es un hecho aislado, sino la evolución de una visión audaz que comenzó a materializarse en julio de 2023. Bajo la administración anterior, Pemex ejecutó una jugada maestra al crear la subsidiaria Gasolinas Bienestar. Más que una empresa, fue un caballo de Troya conceptual que permitió iniciar la exportación de crudo y derivados a la isla, desafiando narrativas establecidas y el complejo entramado de sanciones internacionales.

Mientras el gobierno federal de entonces negaba las exportaciones, la realidad de los informes en la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos pintaba un cuadro diferente: una estrategia de hechos consumados y realpolitik energética. El expresidente Andrés Manuel López Obrador articuló esta postura no como una caridad, sino como un acto de soberanía y apoyo frente a un embargo de décadas, replanteando un problema humanitario como una oportunidad de solidaridad estratégica.

La administración actual ha elevado la apuesta, manteniendo los envíos de crudo —evaluados en 200 millones de dólares trimestrales— pero sin revelar todos los detalles del nuevo tablero de juego. ¿Se invertirá en la modernización de la infraestructura energética cubana? ¿O se crearán consorcios binacionales para explorar yacimientos en México? La ambigüedad estratégica es, en sí misma, un instrumento de poder.

Este intercambio va más allá de los barriles de petróleo; es un intercambio de capacidades. La contraprestación de recursos humanos médicos altamente calificados durante la pandemia fue solo el primer acto de un trueque de inteligencias y recursos que desafía la lógica capitalista tradicional. Pemex afirma que todo este comercio se realiza dentro del marco legal, pero la verdadera pregunta es: ¿están escribiendo un nuevo marco conceptual?

Esta alianza es un experimento audaz. ¿Pueden dos naciones, utilizando pensamiento lateral y desafiando un orden global rígido, crear un modelo de interdependencia energética que otros consideraban imposible? No se trata de simple comercio; se trata de codificar un nuevo lenguaje de relaciones internacionales donde la colaboración sustituye a la coerción. El futuro de la energía en la región podría estar escribiéndose no en Washington o Bruselas, sino en el canal que une La Habana con Veracruz.

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