México y la UE sellan la modernización de su tratado comercial
CIUDAD DE MÉXICO. Tras años de complejas negociaciones que han permanecido, en gran medida, entre bastidores, la firma del ahora denominado Acuerdo Global Modernizado México-Unión Europea está oficialmente agendada para febrero de 2026. ¿Qué intereses económicos y geopolíticos subyacen en esta renovación pactada a más de un año vista? La incógnita inicial da paso a un proceso de descubrimiento que revela una estrategia comercial de largo alcance.
Funcionarios de ambas partes, en declaraciones recabadas durante el Sexto Foro México-Unión Europea, confirmaron que el acto protocolario tendrá lugar en la capital mexicana, en el marco de una cumbre bilateral que también servirá para presentar un ambicioso portafolio de inversiones dentro de la iniciativa Global Gateway. Pero, ¿cuál es el verdadero potencial económico que se esconde detrás de esta actualización?
La subsecretaria de Relaciones Exteriores, María Teresa Mercado Pérez, fue una de las primeras voces en ofrecer un testimonio crucial: este acuerdo pretende potenciar un intercambio comercial que, en el último cuarto de siglo, se ha disparado desde los 18,000 millones de dólares hasta alcanzar la cifra de 90,000 millones de dólares. Las inversiones acumuladas del bloque europeo en México, por su parte, ascienden a 277,000 millones de dólares, consolidando a la UE como el tercer socio comercial de la nación y su segunda fuente de inversión extranjera directa.
Las capas de un acuerdo modernizado
Al profundizar en la investigación, las revelaciones del representante permanente de México ante la UE, Rogelio Granguillhome, pintan un panorama más claro. El núcleo del pacto modernizado reside en una liberalización casi total del sector agropecuario. Los documentos consultados detallan que, desde su entrada en vigor, el 86% de los bienes agrícolas comerciarán libremente, con un 10% adicional que se desgravará progresivamente en un plazo de siete años.
¿Qué ganan los productores locales? El mecanismo de indicaciones geográficas emergerá como un escudo protector para productos emblemáticos como la vainilla de Papantla, el mango ataúlfo y el arroz de Morelos, entre otros. Pero el alcance no se detiene ahí. Testimonios de analistas sugieren que la industria farmacéutica y la de componentes electrónicos se verán especialmente beneficiadas por reglas de origen actualizadas y trámites aduaneros simplificados.
Las proyecciones oficiales, obtenidas de informes internos, son contundentes: se estima un crecimiento de las exportaciones mexicanas de entre un 10% y un 15% anual en el próximo cuatrienio. Un dato aún más revelador surge al examinar el sector agroalimentario, cuyo crecimiento podría alcanzar una tasa anual compuesta cercana al 19%. Estas cifras contrastan marcadamente con el magro 0.8% de crecimiento registrado en 2024, un reflejo innegable de la desaceleración económica europea.
Conectando los puntos: Más allá del comercio
La investigación periodística permite conectar puntos que trascienden lo puramente mercantil. Ramón Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica, enfatizó en entrevista que el vínculo entre México y la UE es también profundamente político. Por su parte, el embajador jefe de la Delegación de la Unión Europea en México, Francisco André, describió este momento como “ideal”, destacando una asociación entre socios iguales unidos por valores como la democracia y el multilateralismo.
Las declaraciones de André revelan otro dato estratégico: las empresas europeas son responsables de la generación de aproximadamente 6 millones de empleos en territorio mexicano. La apuesta futura, según se desprende de los documentos de la cumbre, se centrará en inversiones que promuevan la sustentabilidad energética y la economía circular.
La conclusión de este recorrido investigativo es clara: el Acuerdo Global Modernizado no es una mera actualización técnica. Se erige como una herramienta geoeconómica diseñada para redefinir posicionamientos estratégicos, blindar sectores sensibles y, fundamentalmente, tejar una alianza de prosperidad bilateral capaz de enfrentar los desafíos globales de las próximas décadas. La firma en 2026 no es un punto final, sino el inicio de una nueva y más profunda fase en esta relación transatlántica.