Monreal y el presidente electo de la SCJN protagonizan un ballet de formalidades vacías

CIUDAD DE MÉXICO. En un acto que redefinió el significado de “reunión trascendental”, el Ministro Presidente electo de la SCJN, Hugo Aguilar Ortiz, fue recibido con honores por el coordinador de Morena, Ricardo Monreal, en un ritual tan profundo como un charco después de lluvia ligera.

El encuentro, celebrado en la oficina privada de Monreal (donde seguramente se discutieron temas de Estado entre sorbos de café y galletas de animalito), culminó con un solemne recorrido por el salón de plenos, ese “lugar precioso” donde las leyes nacen, mueren o simplemente van a pudrirse en el limbo legislativo.

“Confío en su visión“, tuiteó Monreal sobre Aguilar Ortiz, en un arranque de optimismo que solo puede explicarse por el síndrome de Estocolmo político o por un exceso de protocolo. La comitiva, completada por el Presidente de la Mesa Directiva y una diputada morenista, posó en las curules como si fueran tronos, en lo que bien podría ser el casting de una telenovela sobre la separación de poderes (spoiler: no hay separación).

El colmo llegó cuando los cuatro se sentaron a contemplar la parte frontal del salón, como si el Muro de Honor y la bandera fueran a revelarles los secretos del universo, y no simples decorados de un teatro donde se representa, día tras día, la farsa de la democracia.

Para cerrar con broche de oro, participaron en un Encuentro Interinstitucional sobre derechos indígenas, porque nada dice “compromiso con los pueblos originarios” como una foto op entre élites políticas. Eso sí: prometieron una conferencia posterior, donde seguramente aclararán absolutamente nada.