Desde mi experiencia observando la dinámica legislativa, he visto cómo los gestos simbólicos pueden tener un peso tan tangible como las iniciativas de ley. El reciente episodio en el que el coordinador de Morena en el Senado, Adán Augusto López, distribuyó más de 17 mil ejemplares del libro “Grandeza” entre los 67 senadores de su bancada es un claro ejemplo de ello. Cada legislador recibió 260 copias, un detalle logístico que, quien ha organizado eventos, sabe que no es menor: implica transporte, almacenamiento y una cadena de distribución que aquí se resolvió con camiones y “diablitos” frente al recinto de Reforma e Insurgentes.
La tarjeta que acompañaba cada lote, con “los atentos saludos” del senador, transforma un simple obsequio editorial en un instrumento de cohesión interna y proyección política. He aprendido que en estos pasillos, un libro no es solo un conjunto de páginas; puede ser una extensión del discurso, una herramienta para uniformar el mensaje. Una senadora, que prefirió el anonimato, lo resumió con pragmatismo: son para “obsequiarlos entre la gente”, convirtiéndolos en un peculiar regalo navideño de los representantes hacia sus representados.
Este tipo de acciones, más allá de la teoría política, revelan una estrategia de comunicación profundamente arraigada. La elección de “Grandeza”, la obra más reciente del expresidente Andrés Manuel López Obrador, publicada por Editorial Planeta, no es casual. En la práctica, distribuir estas ideas en formato físico asegura una penetración y un gesto de cercanía que un tuit o un discurso no siempre logran. Es una lección antigua pero vigente: el contacto, aunque sea a través de un objeto, construye puentes. Sin embargo, también muestra la complejidad de la maquinaria partidista, donde la distribución de un mensaje ideológico se planifica con la precisión de una campaña, mezclando el calendario festivo con la difusión de un legado político.












