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Morena se desploma en Veracruz entre balas y urnas robadas

El mapa político de Veracruz se tiñe de rojo, azul y morado, pero no precisamente de paz.

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Veracruz, la tierra donde el café es amargo y la democracia más aún, ha vuelto a demostrar que las elecciones no son un ejercicio cívico, sino un deporte extremo. Morena, ese partido que prometía barrer con la corrupción como si fuera polvo bajo la alfombra, ha visto cómo 60 municipios se le esfumaron entre las manos como votos en una casilla “resguardada” por hombres armados.

Según los datos preliminares (que en Veracruz son tan confiables como un narco prometiendo paz social), la oposición logró evitar el “carro completo” morenista, aunque el verdadero “carro completo” parece haber sido el de las camionetas llenas de acarreados. Movimiento Ciudadano, ese partido que nadie sabe muy bien qué propone pero que de repente gobierna 41 municipios, se autoproclama la nueva “fuerza imparable”. Claro, cuando compites contra balazos y urnas secuestradas, cualquier triunfo sabe a gloria.

Mientras tanto, el PRI y el PAN, esos dinosaurios que según debían estar extintos, resucitaron como zombies electorales. El PRI pasó de 6 a 24 municipios, demostrando que en política, como en el infierno, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. El PAN, por su parte, ahora tendrá injerencia en 34 alcaldías, lo cual es irónico considerando que su eslogan podría ser “más municipios, menos explicaciones”.

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Pero el verdadero espectáculo no fue en las urnas, sino en las calles: casillas tomadas por “grupos de choque” (léase: matones con camiseta de partido), papeletas nadando en ríos como si fueran mensajes en botella, y hasta un palacio municipal incendiado para darle un toque pirotécnico a la fiesta democrática. En Tuxtlilla, el OPLE ni siquiera pudo fingir resultados, porque ¿cómo contar votos cuando las actas están cenizas?

La diputada Mayra Amador de MC, en un arranque de realismo mágico, declaró: “Le ganamos a Morena en Paraíso, Tabasco, imagínate donde están las refinerías”. Sí, imagínense: el paraíso petrolero donde la gasolina cuesta más que el litro de sangre derramada en estas elecciones. Qué bonito es ver cómo los partidos se pelean por administrar municipios donde el único servicio público eficiente es el de los cárteles.

Al final, Veracruz nos regala una lección: aquí no gana el que convence, sino el que… bueno, mejor no acabemos la frase. Por lo pronto, Morena puede consolarse pensando que 70 municipios son suficientes para repartir huesos, digo, plazas públicas. Eso sí, con la Guardia Nacional de niñera, porque como dijo un sabio anónimo entre detonaciones: “En Veracruz, votar es un derecho, pero salir vivo de la casilla, un milagro”.

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