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Niños transforman el Día del Perro en arte y aprendizaje militar

Una experiencia única fusiona arte, historia y servicio canino en un evento que inspira a las nuevas generaciones.

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En un giro innovador que fusiona creatividad, educación y servicio militar, la Secretaría de la Defensa Nacional redefinió la conmemoración del Día Mundial del Perro con un concurso de dibujo que trascendió el papel para convertirse en una experiencia multisensorial. ¿Qué ocurre cuando el arte infantil se encuentra con el heroísmo canino y la historia aeronáutica? Una revolución educativa donde los pinceles se convierten en puentes entre generaciones.

La Brigada Fusileros Paracaidistas no solo premió dibujos, sino que diseñó un recorrido disruptivo que conectó museos militares con restos paleontológicos del mamut y aviones históricos. Imaginen: niños que pasan de colorear perros rescatistas a experimentar la sensación de volar en el túnel de aire inaugurado en 2024. Esta no es una excursión escolar convencional, sino un laboratorio vivo donde el respeto por los binomios canófilos se enseña mediante vivencias imborrables.

El evento desafió los formatos tradicionales de premiación al incorporar elementos inesperados: desde interacciones con las botargas del Sargento Bravo y Sargento Victoria, hasta la presencia conmovedora de Roko, uno de los perros homenajeados. ¿Por qué limitar los concursos infantiles a entregar diplomas cuando pueden convertirse en puertas dimensionales hacia el patrimonio nacional? Los pequeños ganadores no recibieron solo reconocimientos, sino memorias táctiles: peluches de Proteo, el héroe canino que perdió la vida en Turquía, convirtiendo una tragedia en lección de servicio.

La madre de María José, una de las galardonadas, revela el verdadero impacto: “Mi hija no solo dibujó perros, sino que descubrió cómo el arte puede honrar hazañas reales”. Mientras, el Coronel Vásquez Núñez redimensionó el concepto de desfile militar al demostrar que la disciplina castrense puede enseñarse mediante experiencias lúdico-educativas. Este modelo podría replicarse globalmente: ¿qué pasaría si cada base militar dedicara un día a convertir sus instalaciones en aulas de innovación para niños?

Al final, el evento no fue sobre dibujos ni premios, sino sobre reprogramar percepciones: esos niños ahora ven a los militares no como figuras distantes, sino como guardianes del conocimiento; a los perros no como mascotas, sino como colegas de cuatro patas; y a los museos no como edificios polvorientos, sino como cofres del tesoro nacional. La verdadera victoria no está en los 260 “likes” del dibujo ganador, sino en las 260 neuronas que se encendieron con cada nueva experiencia.

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