Nuevo León reduce pobreza extrema y lidera en salud con modelo replicable

Desde mi experiencia en políticas de desarrollo, pocas iniciativas como el Modelo Nuevo León demuestran cómo la articulación entre gobierno, iniciativa privada y sociedad civil puede generar cambios estructurales. Recuerdo cuando en otros proyectos veíamos cifras de pobreza estancadas; aquí, la reducción de 2.1% a 0.5% en pobreza extrema en solo dos años rompe paradigmas. La clave, como bien señala el gobernador Samuel García, está en la planeación a largo plazo (hasta 2040) y en métricas rigurosas del INEGI.

Lo más revelador es cómo abordaron las desigualdades interseccionales: 173,000 mujeres superaron la pobreza gracias a programas de inclusión laboral, algo que he visto fracasar en otros estados por falta de seguimiento. El sistema de educación dual para jóvenes es otro acierto —en mi época, esto solo existía en Alemania—, y hoy 120,000 beneficiarios lo confirman.

En salud, los números hablan por sí solos. La Cobertura Universal no es un eslogan: conozco hospitales donde antes faltaban medicamentos, y ahora el programa Cuidar tu Salud redujo el gasto de bolsillo en 12.6%. Datos como la caída de 30% a 20% en muertes por infarto gracias al Código Infarto son inéditos en México. Y qué decir de la mortalidad materna: de 55.1 a 19.6 en tres años es un logro que debería estudiarse en universidades.

El modelo tiene detractores —siempre los hay—, pero cuando otros estados lo replican (como admitió García), es señal de que algo están haciendo bien. La lección clara: las alianzas transversales, como el Consejo Nuevo León de la IP, son más efectivas que los programas asistencialistas. Eso sí, el reto ahora es sostener estos resultados cuando cambien los ciclos políticos.