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Omar García Harfuch se consolida como el hombre fuerte de la seguridad en México

Una jugada estratégica redefine el equilibrio de poder en México, con implicaciones profundas para el futuro del país.

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En mis años cubriendo la política mexicana, pocas veces he visto una movida tan calculada como la que llevó a Omar García Harfuch a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Claudia Sheinbaum, con esa precisión de física que la caracteriza, hizo más que un nombramiento: colocó las piezas para un juego de ajedrez político donde el expresidente López Obrador podría terminar en jaque mate.

Recuerdo cuando Harfuch sobrevivió al atentado de 2020. Ahí demostró temple, pero hoy su prueba es mayor: manejar el termómetro de seguridad de todo un país. Conozco de primera mano cómo los secretarios de seguridad anteriores se ahogaban en datos, pero él tiene algo distinto – esa mezcla de formación militar y olfato político que le permite navegar entre aguas turbulentas.

Washington ya lo reconoce como interlocutor válido en el tema del fentanilo, pero su verdadera batalla está dentro. Los carteles han aprendido que no es un funcionario para “arreglos”. Hace unos meses, en Sinaloa, un operativo bajo su mando demostró que la estrategia está cambiando: menos retórica, más inteligencia policial.

Sheinbaum le entregó las llaves del panóptico mexicano. Desde mi experiencia, ningún otro funcionario en la historia reciente ha concentrado tanto poder real sin ser presidente. Sabe dónde están enterrados los cadáveres políticos – literal y figuradamente – y eso lo convierte en el verdadero garante de que este sexenio no repita los errores del pasado.

El riesgo es claro: cuando un secretario de Seguridad sabe demasiado, se convierte en blanco. Pero Harfuch parece entender que su mejor protección es la transparencia operativa. Los primeros indicadores muestran reducciones en ciertos delitos, aunque como bien sabemos en este oficio, en seguridad las victorias son temporales y las derrotas, memorables.

México tiene por fin un estratega, no un ideólogo, al frente de su seguridad. El tiempo dirá si fue la decisión que salvó al sexenio o la que terminó por revelar todas las contradicciones del sistema. Por ahora, una cosa es clara: cuando habla Harfuch, incluso AMLO hace silencio.

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