En un despliegue de eficacia digno de una tragicomedia burocrática, el Gabinete de Seguridad de México anunció con bombos y platillos los “éxitos” de su Operación Frontera Norte, una campaña que, según ellos, ha devuelto la paz a las calles… o al menos ha llenado las cárceles y los almacenes del gobierno.
Desde febrero, las fuerzas del orden han logrado lo imposible: detener a 3,597 almas perdidas (la mayoría peones del gran ajedrez narco), incautar 3,003 armas (que mañana serán reemplazadas por otras 6,000), y decomisar 32 toneladas de droga (una gota en el océano del mercado ilegal). Eso sí, con “estricto apego al Estado de derecho”, porque nada dice “respeto a los derechos humanos” como redadas masivas y cámaras de vigilancia instaladas… ¡oh, esperen, esas las quitaron por “irregulares”!
Entre los “logros” más destacados: en Baja California y Sinaloa, desmantelaron el temible imperio de… cuatro cámaras de seguridad. Mientras, en Sonora, la justicia triunfó al incautar seis balas y veinte dosis de cocaína (suficiente para una fiesta de cumpleaños, no para un cartel). Y en Guaymas, el golpe maestro: ¡6.6 gramos de metanfetamina y un inmueble! Seguro con eso los capos lloran en sus mansiones.
Mientras el gobierno celebra sus estadísticas, los verdaderos jefes del crimen ríen desde sus cuarteles, sabiendo que estas operaciones son como jugar whac-a-mole: por cada detenido, surgen tres más. Pero hey, al menos ahora tenemos un titular optimista para distraernos de la realidad.
