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Peña Nieto y los 25 millones de dólares que compraron acceso al poder

Un oscuro negocio millonario y contratos de espionaje salpican al exmandatario en documentos judiciales israelíes.

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Foto: El Universal.

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En un giro digno de una tragicomedia shakespeariana, el ex presidente Enrique Peña Nieto aparece como el protagonista de un escándalo donde el poder se cotiza en dólares y los funcionarios públicos se subastan como ganado. Según documentos filtrados en Israel, dos empresarios hebreos, Avishai Neriah y Uri Ansbacher, invirtieron la módica suma de 25 millones de verdes en lo que ellos mismos denominaron “una figura de alto rango”. Traducción no cifrada: compraron influencia directa con el entonces mandatario mexicano.

El reportaje de The Marker, obtenido por Aristegui Noticias, revela que estos modernos mercaderes del poder dividieron México como si fuera un pastel: ciertas dependencias gubernamentales eran “propiedad” de Neriah, otras de Ansbacher. Hasta el ex presidente tenía su apodo en clave: “el hombre mayor”, porque en el país de la opacidad, hasta la corrupción necesita eufemismos.

El negocio estrella, cómo no, fue Pegasus, el software espía que convirtió a México en el paraíso del espionaje ilegal. Neriah, nombrado Cónsul Honorario de México en Haifa (porque nada abre más puertas que un título honorífico), se encargó de vender esta herramienta de represión como si fueran tamales en día de muertos. Mientras, Ansbacher reclamaba su tajada: tres reuniones con Peña Nieto, valoradas en 5 millones de dólares. Porque en este circo, hasta la cercanía con el poder tiene precio de mercado.

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Lo más hilarante (o trágico) es que los árbitros religiosos que intentaron mediar en esta disputa entre ladrones fracasaron estrepitosamente. Ni la ley del Torá pudo descifrar cómo repartir equitativamente los despojos de un saqueo institucional. Al final, los 25 millones quedaron en el limbo, como esos proyectos de infraestructura fantasma que tanto abundaron en el sexenio.

El colmo del esperpento llegó cuando, tras la alternancia política en 2018, los empresarios disolvieron su “sociedad” como vampiros ante el amanecer. El informe israelí lo resume con ironía involuntaria: México se convirtió en “un país nuevo” para el sector público. Es decir: cada sexenio, el botín se reparte de nuevo.

Mientras tanto, Peña Nieto sigue tan campante, convertido en el “N” de un expediente judicial que huele a podredumbre. Porque en esta farsa, los únicos que pagan el plato roto son los ciudadanos, víctimas de un sistema donde la democracia se vende al mejor postor… y sin factura.

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