Policías de Acapulco enfrentan pruebas antidrogas en medio de ola de violencia

Los elementos de la Policía Municipal de Acapulco fueron sometidos este miércoles a un examen antidopaje, según confirmó la Secretaría de Seguridad Pública local. Esta acción no es casual: en un entorno donde la sombra del crimen organizado acecha, la transparencia se vuelve una necesidad urgente.

El operativo se llevó a cabo durante el pase de lista matutino, en coordinación con el Secretariado Ejecutivo Estatal de Seguridad Pública y el Centro Estatal de Evaluación y Control de Confianza. No se trató de un muestreo aleatorio, sino de una revisión exhaustiva a los 937 agentes operativos, buscando detectar el consumo de sustancias ilícitas.

En mis años cubriendo temas de seguridad, he visto cómo estas pruebas pueden ser un arma de doble filo. Por un lado, son esenciales para depurar filas; por otro, su aplicación debe ser constante para evitar que se conviertan en un mero trámite. La SSP lo sabe: “Es parte de nuestra política de cero tolerancia hacia conductas que manchen el honor policial”, declararon en un comunicado.

El contexto no podría ser más crítico. Solo este año, cinco policías han caído bajo el fuego de grupos criminales. Uno fue emboscado en la Costera Miguel Alemán, otro abatido frente a las instalaciones de la SSP, y dos más ejecutados en pleno centro de la ciudad, incluido un agente que colaboraba con un portal de denuncias ciudadanas. La semana pasada, otro uniformado perdió la vida cerca de la Plaza de Toros Caletilla.

Este panorama explica por qué, desde julio, la Guardia Nacional asumió el control del C-4, desplazando a la SSP local. Las sospechas de infiltración del narco en la corporación no son nuevas, pero ahora la presión por resultados es mayor que nunca. Los resultados de estas pruebas podrían ser el primer paso para recuperar la confianza perdida… o confirmar los peores temores.

Como testigo de décadas de lucha contra el crimen en Guerrero, sé que los exámenes son necesarios, pero insuficientes. La verdadera batalla está en romper los vínculos entre plazas y uniformes, algo que requiere no solo controles, sino cambios estructurales. Acapulco lo merece.