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Policías de Oaxaca cambian las cámaras de seguridad por el manual del delincuente

La delgada línea entre la ley y el crimen se desdibuja en un operativo que revela conexiones inesperadas.

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Policías de Oaxaca cambian las cámaras de seguridad por el manual del delincuente

Dos operadores del C2 de Pinotepa, Oaxaca, aportaban información de cámaras de seguridad.

En un giro argumental que ni el más creativo guionista de narcoseries habría imaginado, ocho empleados públicos —cuatro uniformados y dos especialistas en vigilancia— decidieron que combatir el crimen era demasiado esfuerzo y optaron por matricularse en su academia. Las autoridades, tras descubrir que los guardianes de la ley habían convertido el centro de mando en un call center para bandidos, lanzaron el “Operativo Sable”, nombre épico para lo que básicamente fue una reunión familiar incómoda con 600 agentes federales.

El fiscal Bernardo Rodríguez Alamilla, con la cara más seria que un noticiero en horario estelar, reveló el modus operandi: los detenidos tenían cinco cuentas espejo de vigilancia (cuando solo debían tener una), lo que en términos coloquiales significa que transmitían en vivo el reality show “¿Dónde está el narco?” a sus nuevos jefes. Los policías municipales, por su parte, fueron arrestados por portar armas de manera irregular —un eufemismo digno de un diccionario político— y por tener amistades inconvenientes, como si se tratara de un drama adolescente pero con chalecos antibalas.

Mientras tanto, la seguridad de la región quedó en manos de las fuerzas federales, quienes prometieron “no vender los datos de las cámaras” (al menos no sin antes subir el precio). El operativo continuará en otras ciudades, porque en este país la corrupción es como el aguacate en el guacamole: siempre hay un poco más escondido.

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