Nacional
Primer caso humano de gusano barrenador en Yucatán
Un diagnóstico inédito en la región desata un operativo sanitario y revela una amenaza subestimada.

Una investigación de El Mañana ha logrado acceder a información exclusiva que revela el primer diagnóstico confirmado de miasis por gusano barrenador (Cochliomyia hominivorax) en un ser humano en Yucatán. El caso, que involucra a un habitante del municipio de Izamal, originario de Tabasco, plantea preguntas incisivas sobre la propagación de esta parasitosis y la preparación del sistema de salud ante amenazas zoonóticas inusuales.
¿Cómo llegó este agente patógeno, notorio por su letalidad en ganado, a infectar a una persona en la península? Fuentes internas del Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán (HRAEPY), donde el paciente recibió tratamiento de urgencia, confirman que el hombre ya fue dado de alta el pasado 11 de agosto. Sin embargo, su evolución favorable oculta una realidad más compleja: el seguimiento ambulatorio al que está sujeto sugiere que las autoridades sanitarias no descartan la posibilidad de nuevos brotes.
Documentos obtenidos por nuestro equipo detallan la respuesta epidemiológica inmediata desplegada por la Secretaría de Salud de Yucatán (SSY). La Dirección de Prevención y Protección de la Salud, en conjunto con el Departamento de Vigilancia Epidemiológica, activó un protocolo de contención en la zona. Pero, ¿fue suficiente? La coordinación con el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) indica que la preocupación trasciende la salud humana y se adentra en la sanidad animal, principal reservorio del parásito.
Testimonios de expertos consultados para esta investigación subrayan el carácter agresivo y necrótico del gusano barrenador. Su modus operandi —infectar heridas abiertas y alimentarse de tejido vivo— lo convierte en un peligro latente, especialmente en comunidades con desafíos en la gestión de residuos orgánicos y cuidado de animales. Las recomendaciones oficiales de mantener lesiones cubiertas y una higiene rigurosa, aunque necesarias, parecen insuficientes frente a un vector volador capaz de sortear barreras básicas.
La conclusión de esta pesquisa periodística es clara: este caso aislado es la punta de un iceberg. No se trata de un evento fortuito, sino de una señal de alerta que obliga a replantear los sistemas de vigilancia epidemiológica en una era de cambio climático y movilidad humana constante. La verdad oculta es que la frontera entre la salud animal y la humana es más delgada de lo que se admite públicamente, y este gusano barrenador acaba de perforarla.

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