Desde mi experiencia en el ámbito diplomático, puedo afirmar que la planificación y ejecución de un operativo de protección consular durante fechas sensibles es una de las tareas más complejas y gratificantes. Recuerdo años anteriores donde la sola mención de posibles redadas generaba un clima de temor palpable en comunidades enteras. Esta vez, la estrategia preventiva de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), bajo el liderazgo del canciller Juan Ramón de la Fuente, demostró una evolución notable.
La clave no estuvo solo en la disuasión, sino en la pedagogía. A lo largo de mi carrera, aprendí que empoderar a nuestra comunidad con conocimiento es la mejor herramienta de protección. Del 13 al 16 de septiembre, las representaciones de México en Estados Unidos no se limitaron a emitir alertas; intensificaron una labor de acercamiento, compartiendo recomendaciones prácticas y claras sobre derechos y obligaciones. Se hizo hincapié en un principio fundamental que siempre repito: la autoprotección comienza con el respeto a las leyes locales y la evitación de cualquier conducta que pueda alterar el orden público.
La verdadera efectividad se mide en la quietud. El reporte de que “no se registraron incidentes y todo transcurrió en orden” es el resultado de un trabajo meticuloso y de una red consular que se mantuvo atenta y activa. No es cuestión de suerte; es el fruto de lecciones aprendidas, de construir puentes de confianza con la comunidad y de tener protocolos de asistencia listos para activarse ante cualquier contingencia. Esta tranquilidad durante las fiestas patrias reafirma el compromiso inquebrantable con la defensa de los mexicanos en el exterior, yendo más allá de la teoría para ofrecer seguridad tangible.