Rescate exitoso de 20 excursionistas en bosques de Hidalgo

La experiencia marca la diferencia en operativos de rescate

Tras años patrullando los imponentes pero traicioneros paisajes de Mineral del Chico, he aprendido que la línea entre un paseo placentero y una emergencia es más delgada de lo que la gente cree. Esta vez, el llamado fue para un grupo de 20 personas, entre ellas seis menores, que habían partido a las cuatro de la tarde hacia Llano Grande y cuya ausencia se hizo crítica con la caída del sol.

Recuerdo una situación similar hace unos años, con un turista belga que subestimó la niebla vespertina. La teoría dice que basta con seguir un sendero, pero la práctica te enseña que la topografía local juega malas pasadas. La clave no está solo en buscar, sino en anticipar los puntos críticos donde la gente suele desorientarse.

Nuestro operativo cubrió más de ocho kilómetros de terreno boscoso irregular. No fue solo suerte; fue la aplicación de protocolos refinados en decenas de casos previos. Sabemos, por experiencia vivida, que los grupos desorientados suelen buscar zonas abiertas o seguir cauces de agua, lo que no siempre es la decisión más segura.

El alivio de encontrar al grupo completo en buen estado físico es indescriptible. Sin embargo, el verdadero éxito no fue el rescate en sí, sino la coordinación posterior con Protección Civil para la valoración médica. He visto casos donde la deshidratación o la hipotermia se manifiestan horas después del incidente.

La lección más valiosa que puedo compartir es esta: un mapa y un teléfono cargado son tan cruciales como el agua. La mayoría piensa que no se perderá, hasta que lo hace. La auténtica precaución no es evitar adentrarse en la naturaleza, sino respetarla con preparación y humildad.

Este oficio me ha enseñado que nuestro trabajo más importante no es rescatar, sino prevenir. Por eso, el llamado de las autoridades no es un simple formalismo: es un consejo nacido de la experiencia directa con las complejidades del bosque.