Sarampión se propaga en México: 25 estados reportan contagios y 22 muertes

La Secretaría de Salud ha confirmado la presencia de sarampión en Aguascalientes y Colima, elevando a veinticinco el número de estados mexicanos con casos activos de la enfermedad. Solo un puñado de entidades federativas permanecen libres del virus en este momento. La situación epidemiológica se ha agravado con el reporte de una muerte reciente en Chihuahua, el epicentro del brote, llevando el número total de fallecimientos a veintidós a nivel nacional. En Chihuahua, donde se originó el brote, la cifra de personas contagiadas asciende a 4,849, concentrando la mayor carga de la enfermedad en el país.

 

El análisis por grupos de edad revela un impacto desproporcionado en la población infantil. Los menores de entre cero y cuatro años constituyen el segmento más afectado, con 1,210 infecciones confirmadas. Le sigue el grupo de adultos jóvenes de 25 a 34 años, con 1,110 casos. En solo las últimas 48 horas, se notificaron cuarenta nuevos pacientes confirmados distribuidos en Chihuahua, Jalisco, Coahuila, Colima y Querétaro.

 

El panorama estatal coloca a Chihuahua en la primera posición por número de contagios, seguido a considerable distancia por Sonora con 97 casos, Guerrero con 62, Jalisco con 61, Michoacán con 58, Coahuila con 55 y Durango con 40. Esta dispersión geográfica subraya la capacidad de transmisión del virus y la urgencia de las medidas de contención. El sarampión es causado por un virus del género Morbillivirus, perteneciente a la familia Paramyxoviridae.

 

Su mecanismo de contagio es directo y sumamente eficaz. La infección ocurre cuando una persona inhala minúsculas gotitas de saliva o secreciones respiratorias que una persona infectada expulsa al toser o estornudar. Esta característica lo convierte en una de las enfermedades más contagiosas conocidas; se estima que un individuo no vacunado tiene una probabilidad extremadamente alta de infectarse si entra en contacto con el virus. Tras la inhalación, el patógeno penetra en el organismo a través de las mucosas de la nariz, boca o garganta, para posteriormente pasar al torrente sanguíneo y comenzar a afectar al sistema inmunológico.

 

El cuadro clínico del sarampión suele manifestarse después de un periodo de incubación que oscila entre diez y doce días posteriores al contagio. Los primeros síntomas incluyen fiebre alta, que puede superar los 39 grados centígrados, y un marcado malestar general caracterizado por cansancio, debilidad y falta de apetito. A estos se suman tos seca, secreción nasal y conjuntivitis, que se presenta con ojos rojos e irritados.

 

Un signo distintivo y temprano de la enfermedad son las llamadas manchas de Koplik, que se observan como pequeños puntos blancos con un centro azulado o grisáceo en el interior de la boca, cerca de los molares. El síntoma más reconocible es la erupción cutánea o sarpullido. Esta typically comienza en el rostro y detrás de las orejas, extendiéndose de manera progresiva al tronco y al resto del cuerpo. Esta erupción suele persistir entre cinco y seis días. Con frecuencia, los pacientes también experimentan dolor de garganta o irritación al tragar, consecuencia de la inflamación generalizada que provoca la infección viral.

 

Ante la amplia diseminación del brote en veinticinco estados y su particular severidad en la población infantil, las autoridades sanitarias enfatizan la necesidad de extremar precauciones. La vigilancia epidemiológica y, sobre todo, la verificación del esquema completo de vacunación, especialmente la triple viral (SRP) que protege contra el sarampión, la rubeola y las paperas, se erigen como las herramientas fundamentales para contener la propagación de este virus altamente contagioso y prevenir nuevas complicaciones y fallecimientos.

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