Saúl Monreal afirma su aspiración a la gubernatura de Zacatecas

En el complejo tablero de la política mexicana, donde las ambiciones personales y los intereses de grupo suelen colisionar, la declaración del senador Saúl Monreal Ávila no es una simple nota de prensa más. Es el reflejo de una tensión que he visto repetirse una y otra vez a lo largo de los años: la lucha entre la aspiración legítima de un militante y los delicados equilibrios internos de un partido en el poder.

Monreal, con la cautela que otorga la experiencia, deja claro que el camino hacia 2027 es largo y que las alianzas de la Cuarta Transformación están por definirse. Su mensaje, sin embargo, es firme: su deseo de contender por la gubernatura de Zacatecas permanece intacto, pero siempre supeditado a la disciplina y los lineamientos de Morena. Esta es una lección que muchos aprenden a las malas: en política, la paciencia estratégica vale más que la precipitación.

Lo más revelador de sus palabras no es la ambición, sino el diagnóstico. Al señalar que sus diferencias no son con su hermano, el gobernador David Monreal, sino con “grupos oscuros” dentro de Morena en Zacatecas, pone el dedo en una llaga que yo he visto infectar a incontables organizaciones políticas. Son estas facciones, con sus actos sectarios y sus maniobras en la sombra, las que realmente erosionan la unidad y ponen en riesgo proyectos enteros. Su advertencia sobre la necesidad de procesos internos transparentes y equitativos es un principio que, desde mi experiencia, separa a los partidos que perduran de aquellos que naufragan en la irrelevancia.

Su llamado a que la actuación del gobernador se mantenga al margen de la política interna del partido es un punto crucial. He sido testigo de cómo la mezcla de las responsabilidades de gobierno con la ingeniería electoral interna puede generar un desgaste imparable tanto para la administración como para el instituto político. La advertencia de Monreal es clara: el mandatario debe concentrarse en gobernar, no en intervenir en la selección de candidatos. Es un recordatorio de que los cargos de elección popular tienen un mandato de la ciudadanía, no del aparato partidista.

Finalmente, su escueta pero contundente respuesta sobre lo que le dice su hermano Ricardo —”Que analice bien mi situación, la tengo muy analizada y la tengo muy estudiada”— es la frase de alguien que ha tomado una decisión meditada. Transmite la serenidad de quien ha sopesado todos los escenarios y está preparado para las consecuencias. En este oficio, esa claridad mental es, quizás, el activo más valioso que se puede tener.

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