Una Ley de Ingresos con Rostro Humano
Tras décadas observando la danza legislativa en el Senado, he aprendido que una Ley de Ingresos puede ser un frío documento técnico o, como en este caso, el cimiento de un proyecto nacional con visión de futuro. La aprobación de este paquete económico para 2026, con 79 votos a favor, no es solo un trámite contable; es una declaración de principios. Recuerdo proyectos de ley pasados que priorizaban el ajuste por encima de todo, generando un crecimiento frágil. Hoy, veo con satisfacción cómo se teje un consenso alrededor de una idea que siempre he defendido: la verdadera solidez macroeconómica nace del equilibrio entre los números y el bienestar de la gente.
La meta de recaudación de 10.1 billones de pesos es ambiciosa, pero lo más significativo es el origen de ese incremento del 4.6%. En mis años, he visto cómo la evasión fiscal minaba nuestros esfuerzos. La clave aquí, y es una lección que costó aprender, está en la optimización de la fiscalización y la incorporación de herramientas digitales. No se trata de inventar nuevos impuestos, sino de aplicar con inteligencia los que ya existen, cerrando filtraciones que antes parecían inevitables.
La reflexión de la presidenta Claudia Sheinbaum que compartió la senadora Olga Sosa Ruíz da en el clavo: el crecimiento y el bienestar son dos caras de la misma moneda. He comprobado en terreno que un país puede tener cifras macroeconómicas envidiables y, al mismo tiempo, un malestar social profundo. Este Paquete Económico 2026 intenta romper ese paradigma, buscando un desarrollo equilibrado donde la justicia social y la inversión pública estratégica no sean un lujo, sino el eje de la responsabilidad fiscal.
Un aspecto que destaco por su valentía es el enfoque de salud pública en la política tributaria. Los ajustes en bebidas y tabacos van más allá de la recaudación; son una herramienta de salud preventiva. He visto de cerca el costo humano y económico de combatir enfermedades como la diabetes tipo 2. Atacar estos problemas desde la política fiscal es una lección que hemos tardado en aprender: es más inteligente y económico prevenir que curar.
Finalmente, la confianza que proyecta este marco financiero es palpable. El plan de capitalización de empresas públicas y la mejora en la calificación crediticia de Pemex por agencias como Fitch y Moody’s no son un logro menor. En el mundo real de las finanzas globales, esa credibilidad es un activo tan valioso como el petróleo. Nos dice que vamos por el camino correcto, un camino donde se impulsa la inversión pública con honestidad, cuidando cada peso recaudado para fortalecer, de una vez por todas, la economía de las familias mexicanas.




















