Sheinbaum califica de chismes acusaciones de encorralamiento en Morena

La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo desestimó las acusaciones con una contundente afirmación: calificó como simples “chismes” las interpretaciones sobre la disposición física de los líderes de Morena durante el festejo por el primer año de gobierno en el Zócalo. Según su declaración en conferencia de prensa, la colocación de los legisladores dentro de un espacio delimitado por vallas metálicas y alejados del templete principal no contenía ningún mensaje subyacente.

Sin embargo, esta explicación oficial entra en directa contradicción con el testimonio ofrecido por el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal. En declaraciones a los medios, el legislador zacatecano utilizó un término revelador: “nos encorralaron”. Esta palabra, pronunciada entre risas que podrían esconder incomodidad, sugiere una medida deliberada de contención. ¿Se trató de una simple logística o de un acto de control político?

La investigación periodística revela un antecedente crucial que otorga profundidad a este incidente. El pasado 9 de marzo, durante una asamblea en el mismo escenario, varios dirigentes le dieron la espalda a la Presidenta de la República mientras se tomaba una fotografía protocolaria. Este acto de protesta simbólica, aunque silenciosa, no pasó desapercibido para los observadores políticos. ¿Estamos ante las consecuencias de ese gesto de desafío?

Al conectar ambos eventos, surge un patrón que la narrativa oficial intenta opacar. La versión de Sheinbaum insiste en que “no tiene de malo cómo se acomoda la gente” y que “no hay nada” detrás de este arreglo espacial. No obstante, la persistente mención de Monreal sobre ser “encorralados para no cometer aquel error” plantea una pregunta incisiva: ¿Qué error buscaban prevenir exactamente? La evidencia sugiere que la colocación de las vallas no fue un detalle protocolario inocente, sino una medida calculada para evitar una repetición de la muestra pública de descontento. La verdad parece ir más allá de los “chismes” y apunta hacia una fractura interna que se gestiona con medidas de contención física.

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