La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, estableció una postura técnica y diferenciada frente a la reciente decisión de su homólogo estadounidense, Donald Trump, quien firmó una orden ejecutiva para declarar al fentanilo como un arma de destrucción masiva. La mandataria mexicana argumentó que, si bien es imperativo combatir el tráfico y los delitos asociados a esta sustancia, una estrategia efectiva debe ir más allá de la mera catalogación represiva y abordar de manera integral las causas estructurales que originan el consumo.
Desde el Salón de la Tesorería, Sheinbaum expuso un análisis que prioriza la salud pública y la prevención. Subrayó que la visión de su gobierno se centra en atender los factores sociales y psicológicos que llevan a los individuos, particularmente a los jóvenes, al consumo de drogas. “Mientras no se atiendan las causas, y eso es nuestra visión, y se lo he planteado al presidente Trump, tienen que atenderse las causas del consumo, no solamente esta visión de catalogar ahora a una de las drogas como arma de destrucción letal”, afirmó la presidenta. Su argumento señala que, sin un enfoque en las raíces del problema, la presión sobre una sustancia específica solo desplazará el consumo hacia otras drogas, perpetuando un ciclo de oferta y demanda.
“Si no se atienden las causas, será una o será otra droga, pero tiene que atenderse hacia los jóvenes como lo estamos haciendo aquí… Tienen que atenderse las causas”, apuntó.
Sheinbaum detalló que estas causas fundamentales son multifacéticas y complejas. En su diagnóstico, el desapego social, los problemas de salud mental, la falta de valores sólidos, la desintegración familiar y las deficiencias en el sistema educativo constituyen el caldo de cultivo para la adicción. Este planteamiento implica que la solución no reside exclusivamente en el ámbito de la seguridad o la justicia penal, sino que requiere una intervención coordinada desde las políticas sociales, de salud y educativas. La presidenta insistió en que hay que perseguir los delitos, pero de forma paralela a la construcción de un entorno que disuada el consumo desde su origen.
“La causa fundamental pues tiene que ver con un desapego… Tiene que ver con salud mental, tiene que ver con apego, tiene que ver con valores, tiene que ver con familia, tiene que ver con educación”, resaltó.
En el plano diplomático y legal, Sheinbaum anunció que su gobierno analiza minuciosamente las implicaciones de la orden ejecutiva firmada por Trump, cuyo alcance completo aún se está evaluando. Uno de los puntos técnicos cruciales que su administración debe considerar es la naturaleza dual del fentanilo. La presidenta recordó que esta sustancia tiene aplicaciones médicas legítimas y está registrada como un potente analgésico de uso hospitalario. Por lo tanto, la clasificación unilateral como “arma de destrucción masiva” por parte de Estados Unidos genera un escenario complejo que requiere una revisión jurídica cuidadosa.
“¿Qué implicaciones tiene para el uso legal y para el uso no legal?, ¿Cuándo se determina que es un arma de destrucción? Entonces hay que analizar cuáles son los alcances”, añadió.
Esta postura refleja un enfoque pragmático que busca equilibrar la cooperación internacional en seguridad con la soberanía en materia de políticas internas de salud. La declaración de Sheinbaum no solo responde a una acción concreta de la administración Trump, sino que también reafirma la filosofía de su gobierno frente al fenómeno de las drogas: una estrategia que, sin descuidar la aplicación de la ley, pone el acento en la prevención, la rehabilitación y la reconstrucción del tejido social. El debate, así, trasciende la coyuntura y se sitúa en la discusión global sobre la eficacia de las políticas prohibicionistas frente a los modelos de reducción de daños y atención a las causas sociales.



















