Sheinbaum declara fin de la crisis de gasolina mientras filas persisten

En un alarde de eficiencia burocrática digna de un cuento de hadas, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo anunció con solemnidad que el desabasto de gasolina —ese mito urbano que obligó a ciudadanos a dormir en filas kilométricas— “ya se resolvió”. Según su relato, fue solo un malentendido pasajero, como un resfriado estatal que desaparece con un discurso.

Durante su ritual mañanero en Palacio Nacional, la Mandataria reveló que el caos se debió a un problema con las pipas —las cuales, al parecer, habían sido contratadas por el mismo equipo que organiza los vuelos de Santa Claus—. Pero no teman: el combustible reapareció tan rápido como los compromisos políticos en año electoral.

Frente a las críticas por enviar ayuda energética a Cuba mientras Pemex colapsaba, Sheinbaum esbozó una lógica impecable: “¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?”. Claro, ¿por qué preocuparse por la escasez local cuando hay votos simbólicos que ganar en el Caribe? La solidaridad internacional, al fin y al cabo, es el mejor antídoto contra las protestas por gasolina.

“Todo está resuelto”, insistió, mientras en Chiapas ajustaban la última tuerca de una bomba mágica que solo falla los lunes. Eso sí, advirtió que si alguien aún ve colas en gasolineras, es culpa de la mala memoria colectiva o de los medios que no entienden que las crisis son hologramas.

Así, con la misma credibilidad de un billete de lotería premiado, el gobierno federal cerró otro capítulo de su saga “Problemas que se autodestruyen en 48 horas”. Eso sí: si su tanque sigue vacío, recuerde que la paciencia es una virtud revolucionaria.